Franco y Vázquez Montalbán en la Feria del Libro

Era la primavera del espléndidamente español año de 1992. Cuando firmaba Manuel Vázquez Montalbán ejemplares de su Autobiografía del general Franco en la madrileña Feria del Libro, no me atreví a acercarme a que me la firmara. No entiendo por qué. Y eso que había ido explícitamente yo a adquirirla, sin saber que él estaba allí. Acabé comprándola, es la que tengo ahora mismo cerca de mí, en la cercana Cuesta de Moyano. Fuera de la Feria. Sin su firma, sin haber hablado un solo segundo con él. Y esta es una de las cosas de las que más me arrepiento en toda mi vida. Si no de la que más.

Ilustración de Miguel Brieva.

Ese libro lo cité yo en el primero que escribí, en mi breve estudio histórico sobre el franquismo. Allí dije de él que es un ensayo novelado, y es que lo es, una novela en definitiva a la que conviene acercarse para mirar dentro de lo que el personaje creía que era y ver lo que en realidad era. El personaje, el protagonista: el dictador español Francisco Franco.


Pero hoy me sumerjo de nuevo en él, lo busco en la estantería entre los libros sobre el franquismo que aún conservo: ahora mismo lo tengo en mis manos… En la cubierta, la editorial Planeta, al nombre del autor y al título del libro decidió añadir lo siguiente, a manera de subtítulo sin serlo, de mero texto promocional:

“Una novela que recupera del olvido toda la crueldad de una época”.

 

En la tercera de cubierta (vulgo, segunda solapa) vemos a la colección que pertenece el volumen, la de Autores Españoles e Hispanoamericanos, y en ella aparecen otros libros recientes que formaban parte de aquella serie, todos ellos novelas: una del historiador Ricardo de la Cierva, la obra maestra que es El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina (que yo había comprado poco antes o compraría enseguida para devorarla), y otras novelas de Juan Benet, Néstor Luján, Lourdes Ortiz, Terenci Moix, Luis Antonio de Villena, Soledad Puértolas y Pedro Casals.


Dentro de esa autobiografía vazquezmontalbiana que en su momento me pareció apresurada y decepcionante pero repleta de hallazgos salidos del caletre del inconmensurable intelectual que era el autor de la portentosa Galíndez y también un elaboradísimo trabajo de introspección historiográfica de primera categoría, leo ahora mismo cosas como esta:

 

Tan buen recuerdo tengo de las mesnadas de jóvenes falangistas que dieron su sangre por Dios y por España, como malo de aquellas camarillas de Salamanca y Burgos que estuvieron a punto de causar grave quebranto sembrando la cizaña de la división en nuestra retaguardia. Algunos de aquellos jefes achulados me creaban un problema con los militares, desde el supuesto de que los militares nos limitábamos a hacer una guerra restitutiva de las prebendas de la oligarquía y ellos querían una revolución nacionalista. Frente a mi caudillaje levantaban la memoria de ‘El Ausente’ y estaba en su fuero interno que, de volver José Antonio, él sería el llamado a dirigir políticamente nuestro movimiento.

No mienta general. A partir de 1942, cuando los últimos falangistas auténticos se fueron al cansancio o a la División Azul a cazar rusos, usted pudo proclamar impunemente el gran afecto que había tenido a José Antonio, y al acabar la Guerra Civil había respaldado la macabra ceremonia de trasladar sus restos desde Alicante a El Escorial sobre los hombros de sus camaradas. Pero el propio Serrano Suñer dio testimonio de los celos que usted sentía por El Ausente, o tal vez del simple rencor por lo bien que José Antonio se había entendido con Mola y en cambio el rechazo que hizo de su campaña para la candidatura al parlamento por Cuenca”.

 


Porque Vázquez Montalbán escribió Autobiografía del general Franco como si alguien (que pertenecía a aquel grupo enorme de personas que fueron “juzgados por haber perdido la Historia”) glosara una y otra vez las palabras escritas sobre sí mismo y su tiempo por aquel general ferrolano que dominó con mano férrea el país que él y los suyos habían conquistado.

 

Claro que, ahora que caigo, ya tengo yo escrito un relato en el que confesaba aquello de la firma sin firmar del creador de Carvalho en El Retiro. El relato se llama ‘Esto era una vez Manuel Vázquez Montalbán entrando en el Viñas’, y allí contaba lo que “me ocurrió a mí en una Feria del Libro madrileña cuando fui a comprar su Autobiografía del general Franco y al llegar a El Retiro, a las casetas, escuché por megafonía que Manuel Vázquez Montalbán firmaba libros en una de ellas, firmaba Autobiografía del general Franco, recién publicada. Quedé paralizado. Voy, no voy… Acabé saliendo, huyendo en realidad, de la Feria y comprando aquel libro en la Cuesta de Moyano, de regreso a casa”.

Y eso.

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