La anomalía que es la realidad en una novela de Le Tellier

En el año 2020, el escritor francés Hervé Le Tellier publicó su novela L’anomalie (merecedora del prestigioso Premio Goncourt), que yo he leído en su espléndida traducción del año siguiente, La anomalía, a cargo de Pablo Martín Sánchez.


La anomalía
es una novela de tesis, diría yo. Es de esas novelas que pretenden explicar el mundo, literariamente, a base de esa invención, esa ficción a la que llamamos narrativa, a través de una novela que tras una calidad artística superlativa acaba por esconder una anonadante historia de pretensiones científicas, filosóficas. Una historia que nos explica a nosotros, los seres humanos, no como el sueño de un chiflado, sino como una mera simulación hecha por nunca sabremos quién. Demasiado. Ciencia ficción de altura. Mucha altura. Excesiva altura. Claro que también puede ocurrir que lo que haya pretendido Le Tellier solamente haya sido entretenernos contándonos una historia. ¿Importa?

La novela empieza así:

 

“Matar a alguien no es nada del otro mundo. Basta con observar, vigilar, reflexionar mucho y, llegado el momento, vaciarse. Eso es. Vaciarse”.

 

Pero su derrotero será muy otro. Sus once personajes principales sucumben ante el auténtico protagonista, Victor Miesel:

 

“Victor escribe. Lamentablemente, a pesar de la buena recepción crítica de dos de sus novelas, a pesar de haber recibido un premio literario muy parisino, de esos cuya faja roja no despierta sin embargo demasiadas pasiones, sus ventas nunca han superado unos pocos miles de ejemplares”.

 


A Miesel, “el mundillo literario le parece un tren grotesco en el que unos listillos sin billete se cuelan descaradamente en primera, con la complicidad de unos revisores incompetentes, mientras en el andén se quedan los genios modestos (una especie en extinción a la que no se hace ilusiones de pertenecer)”. Y es que La anomalía, siendo lo que ha quedado dicho, es asimismo una habilidosa mirada a la publicación de novelas, a su escritura, a su lectura, a su edición… A su éxito y su fracaso. Una mirada afilada y notablemente meritoria. Miesel es quien, en la realidad ficticia de la narración que leemos, escribe La anomalía, su séptima novela.

 

          “ ‘No pongo fin a mi existencia, doy vida a la inmortalidad’ ”.

 


Y todo para intentar mostrar (¿demostrar?) que “la realidad no es real”. Le Tellier, lo has bordado. Y tiene razón uno de tus personajes; “hay que desconfiar de la gente que nos dice que tenemos que desconfiar”.

Tu novela, perfectamente, podría haberse titulado, parafraseando aquella obra maestra de Italo Calvino, Si una noche de invierno doscientos cuarenta y tres viajeros.

 

Esa vibración lenta del mundo, esa pulsación infinitesimal que, a lo largo y ancho del planeta, en el mismo instante, afecta tanto al gato que dormitaba junto a la chimenea en un chalé de Arkansas como al ganso común que atraviesa el cielo de Burdeos, tanto a las cascadas del río Zambeze como a las inmaculadas nieves del Annapurna, al puente de Rialto que cruza el Gran Canal de Venecia y a la autovía congestionada que bordea el barrio de chabolas de Dharavi y a la esponja sucia que hay en un fregadero de Montjoux y a la vieja rueda pinchada en el patio interior de un garaje de Bombay…”

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