Nacho Vegas contra la industria del disco


Es hora de recapitular: la última atrocidad, morir o matar. Detener el tiempo (para que siempre vaya a empezar a llover). En tu nueva vida caminarás por los sueños de tu amor siempre desvanecido durante la noche que nunca se acaba. En la ardiente oscuridad.

Cada fabulación tuya es un don, el don de la ternura. Cuando ella se canse de ti serás árbol: harás con todo crac, un desastre manifiesto. El corazón helado cerca del cielo (hacia el que alzas tu copa, fracaso tras fracaso, donde maldices) en la noche más larga del año. En todos los días extraños.

Ruido y estrellas: luz de agosto en tu Gijón (la magnitud de la tragedia). Equivocarte una y otra vez, hasta la locura… Hasta el dolor. Pocos hombres hay años más tristes que tú.

La (insoportable) pena o la nada, el mundo en torno a ellos (o en calma)… Y Kati Jurado llorando a las puertas del cielo donde la esperan en su altar Nina Simone y Bolan junto a Lole. Matando fascistas. Como la gran broma final.

Al final, yo también te estaré esperando. Detendré el tiempo (entre crujidos).

Nacho, tú y tu banda estuvisteis espléndidos aquella noche (del Botánico) de julio del tercer Año de la Gran Pandemia. Canciones en las que salen personas. Canciones iluminando este milenio desde su comienzo.

Cuando tú naciste yo ya conocía casi todas las canciones de los Beatles (y estaba a punto de descubrir a Bob Dylan y a David Bowie). Gracias, Ignacio González Vegas: perderemos el control. Anticapitalista: no te olvidarás del Ángel Simón. (Yo nunca escuché a Manta Ray.)

Gracias, así es y así será… toda tu puta vida.

[Por Townes Van Zandt sabemos que muchas cosas son más fáciles que simplemente esperar a morir.]

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