En la infancia


En la infancia
había algo anómalo: ocurrían cosas extrañas, teníamos pistolas y espadas, puñales y fusiles; muchas veces ni los veíamos, pero estaban ahí en nuestras manos y hacía puuum o putschhh o yo que sé, un ruido que mataba al otro, aunque a veces había quien se resistía y teníamos que insistirle, estás muerto. También cantábamos sin micrófonos, pero cogiendo uno hecho de un aire perfecto, y era como si fuéramos Raphael o Elvis o Luis Mariano. Fumábamos cigarrillos sí, y qué humo nos salía por la boca, el humo imaginario de la perdición; hasta los liábamos, pero todo era de mentirijillas al final; bueno, todo no, mis amigos eran de verdad, eran tan de verdad que siguen ahí,

en ese lugar donde se posan las águilas,

en el sitio exacto donde estoy,

donde respira aún el niño que sigo siendo,

el ser humano que iba creciendo a su lado.

 

Es en la infancia cuando todo está ahí, deslumbrante, único, a tu alcance; no necesita ser memorable, simplemente es, existe, vive, palpita cuanto nos rodea, sin ensimismarnos. Olemos cómo todo fluye, palpamos sin deseo, pura excitación animal; nada de pasado, caminamos por instinto hacia todos los lugares y hacia ninguno; aprendemos sin querer, sin propósito, quiero decir, porque querer sí queremos

queremos ser amados,

queremos ser siempre así:

niños inmortales

sin certezas dolorosas.

  

Solo

único

común y lejos de las estrellas

embisto el vértigo

un zarpazo en la oscuridad

un vendaval

azul de tiniebla

vivo y muerto a la vez

todo un animal

todo un hombre

ciudad sin universo

quieto en la infancia

en el jardín de mis abuelos

olor de higuera

solo

a un millón de años luz de la nada

a un milímetro de ella

mi alma envolviendo su alma

solo

pertenezco a una raza de caníbales

solo

con ella dentro

se la ve

a través de un bolsillo

huele a mí

suena a amanecer

soy un espía

un revólver y un papel amarillo

su vestido y su paisaje

solo

navegando en su pulso

único

invicto

dueño de mi estremecimiento

agua y alcoba

sudor y deriva

 

Es tan breve la eternidad

que los humanos añoramos

la nostalgia del pasado remoto,

olvidamos la nostalgia

del futuro soñado.

Tan breve es la eternidad

que la vida entera es un suspiro.

Es la eternidad tan breve

que el aceleracionismo

necesita un ordenador cuántico.

La eternidad es tan breve

que el largo tiempo en el mundo

no le basta al poeta para

amar la aurora en la infancia.

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