La eternidad, el mar y el olvido (a Ouka Leele)
El olvido lo abandona todo donde no habría existido. Lo deja allí, hundido en una miseria catastrófica, ausente. Un absoluto que se amuebla en ese lugar donde el olvido posa cuanto recuerda como si jamás hubiera tenido lugar. Un lugar sin lugar a dudas.
Es tan breve la eternidad que los
humanos añoramos la nostalgia del pasado remoto, olvidamos la nostalgia del futuro
soñado.
Donde se acaba el mar. Mar profundo,
mar impreciso, inquieto, temeroso de sí mismo, envuelto en las brumas de los
deseos de las mujeres y los hombres, sólido en su persistencia de sueño.
¿De
dónde obtiene soplo para respirar el olvido? ¿Quién lo abastece de recuerdos que
nunca lo fueron? ¿Para qué sirve olvidar? ¿De qué nos vale la existencia?
Tan breve es la eternidad que la vida
entera es un suspiro. Es la eternidad tan breve que el aceleracionismo necesita
un ordenador cuántico.
Mar en un océano de espuma negra, sólo
tú derrotas a las praderas, a los mundos en los que será bueno morirse. Morirse
como si nada de todo esto hubiera tenido lugar, únicamente cada instante
azulverdemar sobre nuestra memoria enamorada.
Solamente
en las canciones nos olvidamos de vivir y dejamos a los habría morirse
felizmente.
La eternidad es tan breve que el largo
tiempo en el mundo no le basta al poeta para amar la aurora en la infancia.
Donde se acaba el mar… comienza el
mar.
[Arte de Ouka
Leele. El beso. 1980]
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