Fernando Trueba lo intenta con El olvido que seremos


A finales de 2005 apareció la quinta novela del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, titulada El olvido que seremos. Yo la leí años después. No podía más, tantas eran las vivas recomendaciones que de ella me llegaban. Aquella desgarradora pero también resplandeciente novela me impresionó como sólo lo han hecho unas cuantas novelas en mi vida. Héctor nos hablaba en ella de la figura de su padre, una especie de consecuente y muy creíble santo laico agigantado por los ojos de un hijo enamorado, asesinado en medio de los voraces y crueles años de la violencia social y política colombiana.


Quince años después, el cineasta español Fernando Trueba se atrevió a llevar al cine aquella pequeña maravilla emocionante, tan humana, y convirtió El olvido que seremos en un film (colombiano) razonablemente convincente de poco más de dos horas de medida duración. Si has leído la novela, probablemente te pase lo que a mí, que aquella majestuosidad narrativa no se vea plasmada del todo en las imágenes cuidadísimas de la película de Trueba (autor asimismo del guion que adapta la novela de Abad Faciolince), que no fracasa en el empeño no obstante. Si no la has leído, no tengo ni la más remota idea de la sensación que el largometraje (fotografiado por Sergio Iván Castaño) puede ocasionarte: tal vez la de haber visto una aceptable película sobre la dignidad y las relaciones familiares.

Javier Cámara desempeña el papel de Héctor Abad Gómez, médico asesinado en 1987; Patricia Tamayo es su mujer, Cecilia Faciolince; Juan Pablo Urrego es el autor de la novela en los años de aquella muerte y Nicolás Reyes Cano interpreta al mismo personaje pero cuando era niño. Otros actores son Aída Morales, Sebastián Giraldo, Whit Stillman, María Tereza Barreto, Laura Londoño, Elizabeth Minotta, Kami Zea, Luciana Echeverry o Camila Zarate.

El film se alzó con el Premio Goya a la Mejor película iberoamericana.


Aunque en general ha sido muy valorada por los especialistas, me quedo con dos opiniones que están quizás más cerca de lo que a mí me pareció que de aquella sensación deslumbrante que en modo alguno me rozó a mí.

Jonathan Romney escribió en Screendaily de ella que, "con un aspecto visual muy edulcorado y narrativamente banal, su mayor baza son sus interpretaciones". Y Diego Lerer dijo en MicropsiaCine.com que "la película pierde forma y se vuelve tiesa, confusa, subrayada y hasta un tanto brusca y torpe en lo formal. Trueba quiere darle a su film un ritmo más urgente, ligado a la tensión política que se siente en el ambiente, pero no logra hacer el pie en el formato."

Muy elogiado Javier Cámara por la crítica especializada, a mí quien de verdad me impresionó es la actriz que interpreta el papel de la mujer de su personaje, una espléndida Patricia Tamayo.

Héctor Abad Faciolince, por cierto, es un tipo que sabe que el trauma sólo genera más trauma y más trauma y más trauma...

 

"No soy religioso pero me parece mejor el perdón que la justicia porque da una capacidad de olvido muy grande y, en cambio, el rencor te envenena. […] La memoria es importante pero el exceso de memoria es una cosa muy tóxica."

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