Lo sagrado en la Mar Océana. En la pleamar de los sueños todo cuanto nos engrandece. Las olas para los Gigantes y tus labios como labios.
Frente al mar no es lo mismo que frente a la mar: es el mar el baño de los turistas y es la mar el océano de los marinos.
Pero el
caso es que estoy frente al mar, frente a mi mar de Cantabria, mi mar de
turista experto, de turista autóctono, porque eso soy yo en Suances, un turista
que es de allí, que se siente de allí, un turista de los sentimientos, un
turista que escarba lo que de mar hay en su alma, en ese alma suya de marino de
su abuelo Quico.
Miro ahora
mismo al mar en los ojos de mi hija María, veo allí la quietud del océano y del
mar, las dos quietudes, la paz de las playas en verano con su arena de playa
tostada y única.
Miro hacia
el mar y me veo a mí mismo, veo a un chaval que vive tan lejos del mar…
En la playa el pasado viene y va, como las olas cantábricas,
se queda un segundo y decide ser porvenir azul, como la mar y los
cielos.
El presente se mece en la orilla, atento a los pies de ella, a ser
danza estival, ajeno a las lluvias de las nubes.
En la arena la recuerdo antes de conocerla anclada en una memoria
ajena, la imagino anterior y sin mí.
El delicado olor de la brisa, la esperanza olvidada, todo se
disuelve en su espalda ante mis ojos inexpertos.
Ahora mismo lo que más deseo es besarte en el mar Cantábrico:
nada me es más necesario que el agua oceánica y tus labios,
que abrazarte como quiero y tener esa boca tuya sabiendo a sal.
Ahora mismo la inquietud que me abrasa es la impaciencia de
Suances,
de olerte en medio de aquella naturaleza juvenil y salvaje y
nuestra,
de morder suavemente aquellos espacios de tu piel mientras suena
el oleaje,
mientras respiro la atlántica manera de ser azul y ser verde y ser
odisea.
Ahora mismo no sé si podré resistir esa batalla entre mi ansia y
la dicha de tenerte.
Ahora
mismo querría devorar cada uno de tus segundos sobre esta Tierra enamorada.
[fotografía de José Ángel Roiz]
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