La verdad histórica


La verdad yace siempre muerta bajo los días, escondida entre las ruinas de lo que fue, encendida sección del futuro que ya ocurrió, única, inmisericorde, rodeada de falacias, vestida de realidad putrefacta, sin alivio.

Yace la verdad sin discernirse ni afirmarse ni negarse, yace displicente, solícita y pletórica, es un vestido de fiesta ensangrentado, un vestigio de funestas risas y lágrimas, a veces un vértigo enamorado del presente que ya no existe y que palpita junto a ella, también antiguo como todas las rosas.

Llegamos a la verdad cuando nos olvidamos de los sentimientos y abandonamos a la memoria y el deseo en ese lugar donde somos lo que somos: a los que dicen que la verdad no existe les vendría bien saber que mienten.

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