Leo
en una novela inglesa que se puede descubrir a Dios en la taquilla de un
vestuario desde la cual se nos llama para mostrarnos la salvación en forma de
un bañador de hombre. La salvación y la fe. Porque la fe sólo sirve si nos
salva. La fe sólo nos sirve si es útil.
Dime
que estás dormido… ¿Cuántas veces ha puesto el tiempo las cosas en su sitio?
Pregunto. Malos tiempos para los buenos tiempos. Dime que no estás en la muerte
aún, que tu vida merece un canto humano y sensible, un dormirse universal. Malos
tiempos para una novela inglesa en la que un joven airado tiburón canta a la
anarquía y a Jesucristo como si ya fuera un punk.
¿Cuándo
decidió Dios tenernos abandonados? Requiero. Dime que estás dormido… Regrésame
a mis manos de ti, suéñame dándote de mamar como un inocente vestigio de los
días de tu vida breve. Encontraremos la fe cuando dejemos de buscarla entre las
yeguas o los viñedos: cuando ella sepa que en realidad sólo estás dormido,
suspirando por volver al fuego encendido por ella.
Malos
tiempos para los buenos tiempos. Cuánta es la precisión en la desdicha.
Maternal, paternal, pedernal residuo de aquel amor desde donde tú viniste a
este mundo que sólo ha sabido darte muerte, llevarte a ese lugar en el que
soñar ya no es posible. ¿De veras te escondes en las taquillas de los colegios
para señoritos?
Dime
que estás dormido… Dímelo: estoy deseando escucharlo. Nada más. Dios. Dios
desde las taquillas de unos vestuarios. Dios y un bañador. Un bañador de
hombre.
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