En el hospital

No hay urgencias en la permanente asistencia urgente a la desgracia. Afuera todo es calamidad y estupor. Lo había pensado alguna vez, en realidad muchas, el doctor. Hoy hay algo que sumerge en realidad aquellos pensamientos casi soñados. Hoy nadie reflexiona.

Sin tiempo. El doctor ha recordado durante un brevísimo instante cuando decidió ser médico. Ahora sólo puede prestar atención a las dos mujeres que acaban de llegar heridas, desmayadas. Medio muertas.

Hace dos horas las dos reían juntas. Asustadas y solas habían aprendido a salir del terror por medio del humor. Ahora, moribundas, no saben que las están salvando la vida. Otra vez.

El doctor limpia las lentes de sus gafas mientras empieza a reconocer la realidad del exterior dañado. Las noticias hablaban de un virus de tortuoso seguimiento. Pero no es más que la historia del dominio y la ocultación.

La historia de los hombres que excluyeron de entre los hombres a las mujeres. La historia de una violencia derretida sobre la memoria y los hogares. El virus de los machos violentos y la posesión que llamaba amor al poder.

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