Crítica del ¿último? de Dylan
Que digo yo
que si no podría haber escrito el bueno de Dylan una carta de despedida,
o un buen libro como aquel de Chronicles que se quedó en un amago de
órdago, o un poemario (sí, un librito de poemas de esos que escriben los poetas
con o sin Nobel), y no haber grabado esta letanía, esta salmodia que tanto
encandila a unos fieles felinos enamorados de una voz rasposa que ya no canta
canciones (casi nunca).
Esta
catarata punteada por eso que llamamos música que suena a música y es sin duda
música, una música excelente si no fuera por esos recitados de rapsoda
milenario, miliar, sin dientes, sin gracia.
Sí, el
regreso de Bob Dylan, Rough and Rowdy Ways, su primer disco de canciones
nuevas desde 2012, necesita unas cuantas escuchas para darte cuenta de que si
no perteneces a su Iglesia en efecto no perteneces a su Iglesia. Por más que
ames docenas de sus canciones gloriosas. Por más que sepas que Dylan es un
gigante imprescindible para entender al ser humano y quizás amarle.
[Te dejo con la más sugerente, digerible, de sus canciones:
I've
Made Up My Mind to Give Myself to You]
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