Un último vals

Suena la música y dices adiós: hola sudor alcohólico de la esperanza, anestesia a la muerte; supura un hálito de aliento de halcón, enardece con tus metales el vibrato, suena eléctrica y surca el tiempo, ahonda en tu hervor de sierpe ahora que el fuego lame al hielo, canta a los días de la carretera, canta desde tu atalaya sin dioses, sé música en mis oídos y en mi pecho, ilumina sin la luz terrestre y sé metal.

Suenas y dices adiós: despides a los héroes derrotados y los conviertes en hermosos ángeles, en terribles ángeles, en ángeles con guitarras al piano, con timbales y el viento de Allen Toussaint; nos los alejas para siempre un instante, sólo una décima de segundo para ser ese aire sin el que moriremos, para perpetuarse en The Band y bailar y bailar un último vals, un incesante vals de violetas.


Este texto pertenece a mi artículo ‘El rocanrol y nosotros (segunda parte)’, publicado el 1 de diciembre de 2019 en Periodistas en Español, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.



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