El presente del rocanrol

Lo bueno del rocanrol, que vino a salvarnos la vida, es que ya está inventado, y sólo hay que disfrutarlo, recrearse en su simple eficacia juvenil de rudeza evanescente, dejarse llevar por su magia tachonada de realidad y de guitarras afiladas, abrir nuestro corazón para permitir que en él se depositen la caricia de los ritmos de goma y las voces de sirenas que nunca quieren atraernos a ningún abismo, más bien pretenden afianzarnos en ese rincón oscuro y suave de la noche donde no dejamos que nadie alborote nuestros sueños.

“Yo me imagino que si consigues cautivar a cierta gente a la que toda su vida se le ha dicho lo que tiene que hacer, gente demasiado joven o que tiene demasiado miedo a lo que sea creo que, en cierta manera, les pones a funcionar el cerebro y les haces pensar que a lo mejor pueden hacer algo. Para eso es el rocanrol, para darle al interruptor y hacerles ver que hay otras posibilidades y que es una tontería no probarlas. Puede ser que no consigas ser feliz, pero menuda jodienda es no intentarlo. Es como suicidarse nada más nacer”.

Palabra de Janis Joplin.

Dices tú de rocanrol, qué invento, ¿que no? Los jóvenes lo crearon y ahora es un asunto adulto de ancianos, a veces de ancianos, sí: nos remontamos a las cavernas, a los tiempos de las pieles y las piedras y los palos y los pelos largos muy largos, ya entonces se soñaba en rocanrol, no en blanco y negro, como los perros, no, se soñaba en rocanrol, ese sueño que regresó hace décadas para siempre, para ser la melodía del futuro, la música de los locos, los compases necesarios del presente, la retahíla del pasado. ¡Ay rocanrol!, nunca morirás, por lo menos mientras haya agallas, no hasta que los sapiens degeneren del todo. Hasta el infinito…


[Los de la la foto son THE STRUTS.]

Este texto pertenece al artículo ‘El rocanrol y nosotros’, publicado el 10 de noviembre de 2019 en Periodistas en Español, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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