Una investidura de verano occidental

Investidura malabárica, juego de manos, partida de ajedrez idiota, palabras tarjeteadas, traídas y llevadas de mano en mano, sin llegar a oído alguno, fuera del alcance de las almas, resbalando como zumo sobre el interior de los cerebros hipnotizados por los cálculos impecables y erróneos.

Investidura desnuda y el emperador que se sabe desnudo, pero no pestañea, se acicala, nos mira, se mira, les mira, os mira, se apaña, se amaña, enmudece, seduce a sus huestes, aduce maneras de buen hombre, reduce a piedra la realidad y te ofrece la madera para que seas árbol un momento, y tú la rechazas y te enalteces en esa altura de dignidad inmisericorde a la que le importa muy poco la ruina porque es de la ruina de donde sacas tu entereza moral para luchar contra la ruindad, tú que vives y reinas en el pasado derrotado y en el futuro que espera ser asaltado de buena ley.

Investidura en reposo, de interludio en interludio hasta la derrota final, hasta la derrota y ser pecio, hasta el tiempo en que todo vuelva a ser como antes, hasta que llegue una vez más el momento de los tiburones, pero ahora con nuevos socios, amigos de una dictadura española, amigos de la rancia reciedumbre arcaica de lo solariego, de lo antiguamente conocido como lavidacomoDiosmanda.


[España, julio de 2019, Pedro Sánchez no consigue salir elegido presidente del Gobierno por el Congreso de los Diputados.]

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