Leer a Ezra Pound


Me imagino editando al oscuro y glorificado poeta estadounidense, enloquecedor, telúrico, fascinante desde su incomprensible trenzar palabras de cueva. 

Y me imagino editando de él, publicando de Ezra Pound, sólo esto que sigue (y que remato, mato, con mis versos a Pound: mis versos a Pound, ahí es nada).




Escribir, escribir versos
Un escritor “necesita devanarse los sesos todo el tiempo”.
No volverá a pasar lo que el tiempo ya ha visto: el sinsentido de poner en verso la realidad.

Las almas de la canción
“ahora le cantaré al sol […]
haz que tu risa sea nuestra canción para el camino […]
voy a cantar a los pájaros blancos
en las aguas azules del cielo,
a las nubes que son como la espuma del mar”.

“¡Que Dios maldiga para siempre a los que piden PAZ!”


El deseo
“Estoy cerca de mi deseo […]
en esta hora de limpia frescura”.

Titulando poemas, Pound ya se hace distinguible, ¿notable? Este se llama SALUTACIÓN SEGUNDA y dice palabras como estas:
“¿Dónde está el vértigo de la emoción?
¡Bah! Eran mejor sus primeros libros […]
Decidles que no trabajáis
y que viviréis para siempre”.

Y este SALUTACIÓN TERCERA
“¿A qué saben mis botas? […]
Lamed el betún”.

El mejor poema que le he leído a Ezra Pound
se llama VENID, CANTILENAS MÍAS (¿no es adorable?)
y reza, reza, reza, así:

“Venid, cantilenas mías,
volquemos todo nuestro odio en un montón y terminemos
de una vez con ellos.
Tórrido sol, agua clara, viento fresco,
libradme de las aceras,
libradme de las imprentas.
Que venga la gente hermosa,
vestida con seda salvaje de bello color,
que vengan los oradores elegantes,
que vengan los rápidos de ingenio,
que vengan los de alegres modales, los insolentes y los exultantes.
Hablemos de lagos bruñidos,
de aire seco, claro como el metal.”

“Oponeos a todas las formas de opresión”.

“Frutos de mi semilla,
oh mis hijos innombrables”.

Rostros en la multitud que son “pétalos sobre una rama negra y húmeda”.

La tristeza
“¿Quién sabrá de nuestra pena? […]
la tristeza es poderosa […]
nuestra tristeza es amarga”.

(Casi) Fin
“Para siempre y para siempre y para siempre […]
las mariposas me duelen”.



Mis versos a Pound, ahí es nada

antes
No he leído a Pound
Ni mucho ni poco
Pero debe molar
Mucho mucho mucho
Enredar el tiempo en el hilo de las volutas de un cigarro no es poca cosa
Y ese verso demasiado largo
Me ha salido
Mucho
No volverá a ocurrir
se lo debo a Tennyson
no vaya a ser que su sangre se vaya a helar tenuemente
la de Tennyson digo
tendré que leer más poesía
de la buena
no de esta que me hace escribir estas memeces
poesía de poetas poéticos y proteicos
invulnerables en su vulnerabilidad asmática
poesía de versos versados en el verso
libre o preso
en el verso
sigo
en el verso de versículos avinagrados
tendré que leer poesía, mejor dicho
poesía a secas
no más poesía
leer algo de poesía
la que leen los malditos poetas malditos
esa poesía que mima las palabras
como mi mamá me mimaba a mí
mimeconmigo
poetas excelsos os saludo y os envidio
qué catadura la de vuestras cárnicas palabras carnosas
cuánta fortaleza y emoción lunática
brindo por vosotros
por vuestra embriagadora terquedad ensimismada
en sí mismos sois mi lumbre
pero me dais una pereza…


Yo hago un pacto contigo, Ezra Pound,
sin detestarte lo suficiente,
sin detestarte lo más mínimo.
Explotará la lágrima en la edad,
tendremos piedad el uno del otro,
tú de mí desde tu cadavérica melena
de dios furioso,
yo de ti desde este solar patrio
barrido por la nada
donde me dispongo
una vez más
a leer tus versos
de aurora y ambición.
Nada hay en la vida que sea mejor
que el acuerdo, el intercambio,
la voz en ti renunciada.

Durante

Rostros en la multitud del poeta negro y húmedo,
explorando la moral sobrevenida
haya o no unos ojos asombrados
que nos vinculen a la realidad sujeta a un corcho.
Restos inmortales de una creencia
traída por los pelos
a esta sucia estancia donde Dante apesta
pese a que se siente el mundo inoportuno.
Rastros alabados por una generación petulante
frente al espejo del campo
amante de los legajos abiertos en el mar
sin que la muerte sirva para nada en ningún cadalso.
Sigo los rastros de unos restos de rostros
pero Ezra continúa abstruso, remoto,
inadecuado, estúpido atizador del odio,
¡que el infierno tiña de negro por siempre
el mero pensamiento de Pound¡


Después

El Cristo de Ben-Hur
no comía de un panel de abejas
crucificado
como el de Pound,
el Cristo de Ben-Hur
estuvo a punto de llevarme al cielo
desde el que Russell
me advierte una y otra vez,
incansable como los navíos infantiles,
de la insolvencia moral de las mentiras,
incluso de las que sirven para salvarnos
la vida desde la muerte,
el Cristo de Ben-Hur
no lo consiguió, sigo aquí
entre las piedras
donde nacieron la razón
y los dioses.


Este es el valle en el que la vida es,
cantado por Bill Fay
-antes de la muerte de Richard Swift-,
la fragilidad arrepentida…
No estés tan nervioso, inquieto,
ten miedo, miedo, el miedo que nos salvó
cuando desde aquella gota de agua
moríamos los unos en los otros:
nos llamaron para un amanecer
por si el sol dejaba de serlo,
y ahora toda esa radioactividad
está llegando al valle, y la vida
se va cayendo en el interior de las grietas
donde se salvará la sangre
de ser derramada para los tigres,
los tigres del poema de Pound
que devoraron a los guardianes,
este es el mundo en el que no podemos
ya esperar nunca más a Jesús,
el de la vida agradecida,
el mundo donde Dios nunca se muestra.

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