VEINTE MICRORRELATOS Y UNO DE REGALO (toma doce)


lancea de capa al astado en medio de un vendaval de arena que deja al albero en un síncope ululante cuando ya la tarde no es tarde que es noche y el público tirita y suspira recordando los tiempos de Chenel

alabada sea la esbelta figura que ella dibuja con su alma para mi deleite

es efervescente la medicina que ahora hace estallar su tormenta en el vaso a punto de caerse

la juez de Sevilla ha decidido imputarse a sí misma, una pierna

¿no es ese el sonido de un disparo? Sí, ese, ese

ese fatídico instante en el que el apetito se transforma en hambre y el hambre inocula su inconsistencia en los cerebros

llega, está llegando un eco de victoria de la dignidad al país del odio y todos se miran para saber quiénes somos nosotros

la goma de borrar permanece posada sobre la mesa pero ha perdido su olor a vainilla y su color de manzana

me gustaría que alguien me explicara por qué se sabe que nadie estaba leyendo el libro que apareció abierto entre las ruinas del casino

¿alguien sabe por qué el pianista de The Doors no ha podido venir todavía?

bajas uno a uno los peldaños de la escalera con la mala suerte de que el muro ya no se sostiene y deja de existir… es lo que tienen las guerras

decide que acercarse a escuchar a la cigarra aquella tarde es mejor que bajar caminando a la playa de Los Locos pero no sabe que la cigarra murió por la noche mientras ella soñaba con la playa de Los Locos y con una hoguera

del despacho salía un extraño olor y el inequívoco sonido de un jazz letárgico poco antes de que al abrirse la puerta se viera claramente a Coltrane despedirse del director general

hay en el remanso de la tarde un dolor como de piedras

te caes rodando por las escaleras del hospital mientras a ella le están dando el alta para poder irse a morir ya a vuestra casa

se cierra la tapa del piano sobre mis dedos y no puedo escribir esto

me dicen que me van a hacer una fiesta sorpresa por mi cumpleaños, por si quiero invitar a alguien

hueles a algo así como a limón dentro de un gin-tonic, sí tú

suele sonar una musiquilla desquiciante cada vez que se abren las puertas de la mercería donde ella compra los hilos y esas cosas pero a nadie parece importarle

no sabe que es un sapo, la rana




has decidido ponerte en camino en busca del pasado pero has cogido, me parece a mí, el sentido contrario

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