-¿Vas a ir a
votar?
-¿Quién, yo?
-No, tu hermana.
[Típica
conversación de abril español en el año 2019, pongamos que en un bar… Sigamos.]
-¿Cuál de las dos?
[Dejémosla por
imposible, vayamos al fondo, que hay sitio.]
-A mí con uno que
me dijera que no lloverá nunca en Semana Santa, me vale.
-Pero si tú no
eres de procesiones.
-Por eso.
[Cambiemos de
bar.]
-… y por eso no
quiero que sigan entrando en mi país.
-O sea que vas a
votar a los de la equis.
-Como está
escrito.
-¿Dónde?
-¿Dónde, qué?
-Que ¿dónde está
escrito?
-¿Dónde está escrito
lo qué?
[Movámonos un poco
hacia la izquierda.]
-Son todos unos
jilipoyas.
-Y van a lo que
van.
-No os oigo.
-Que son todos
unos gualtrapas y se les ve el plumero.
-Pues yo pienso ir
a votar, de todas maneras.
-De todas maneras:
de pie, sentado, de espaldas…
-Sois idiotas.
-Oye, sin faltar,
que nosotros no nos hemos metido con esa manía tuya de elegir de entre lo peor.
-Lo mejor, acaba
la frase. De elegir de entre lo peor, lo mejor.
-Todas las
elecciones lo mismo. Pues yo no pienso votar. Anda y que les den.
-Luego no te
quejes.
-Yo me voy a
quejar siempre. Mira, ahora por ejemplo…
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