También
podría preguntar(me) si el genial y prolífico cineasta estadounidense sería
capaz de dirigir toda su producción cinematográfica con una calidad lo suficientemente
alta como para considerarle algo así como perfecto.
El
malo de Ready Player One se llama Sorrento, y yo he querido ver ahí un
guiño de Steven Spielberg a dos
maneras de hacer cine: la suya y la de los pedantes que aparentan aparentar
unas apariencias de sublimación estética que dejan al cine comercial (¿lo es el
de Spielberg?) en mantillas. He querido ver eso porque, lo reconozco, entre el
director de cine italiano Paolo
Sorrentino yo hay algo personal.
Soy
consciente de que he visto una película
que no está hecha para mí. ¿La razón? Es una película para los que
disfrutan con los videojuegos. Aun así, aunque no he podido disfrutar de todas
sus claves narrativas y visuales he visto en ella una película de héroes de
esas que Spielberg borda.
Y
sí, sólo la realidad es real. Eso me
ha quedado claro de esta película de 2018 escrita por Ernest Cline y Zak Penn, basada
en la novela homónima del primero de los dos.
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