Fútbol es fútbol. Scott (Manson/Philip) Kerr se va a Grecia

Acabo de leer La mano de Dios, la segunda novela de la trilogía protagonizada por Scott Manson escrita por el afortunadamente prolífico novelista británico Philip Kerr, fallecido este año. Apareció en 2015 (y un año más tarde se tradujo al español), un año después de Mercado de invierno, novela esta última de la que escribí en su momento, en octubre de 2016, algo que al leerlo ahora me da mucha pena, verás por qué:

Loadas sean las novelas de evasión que consiguen trasladarme una tarde a Londres para presenciar un emocionante partido de fútbol.
Para algo habría de servir la literatura más que para que algunos farden de leer novelas "de verdad", más que para que haya quien sustituya el canon cada vez que descubra a alguien molón de una profundidad de abismo.Señor Kerr, quiero más fútbol, que como ya sabemos es la cosa más importante de las menos importantes. Algo parecido a lo que le pasa a la literatura, que suela ser considerada entre las cosas más importantes por aquellos para los que la vida no es demasiado importante.

En la segunda de la saga del entrenador Manson, escocés como Kerr, nos vamos a Grecia, a la del momento más crudo del rescate europeo y la crisis social y política. Y si de algo puedo estar seguro tras leerla es de que si su autor siguiera vivo y quisiera visitar ese país mediterráneo y europeo no iba a ser bien recibido por quien conozca lo que sale por la boca y del caletre de los principales personajes del libro. De Scott Manson para empezar. Pues nada de lo que se lee en La mano de Dios sobre Grecia ni sobre sus habitantes es agradable, empático, amable. Ni siquiera lo que dicen algunos de los griegos que aparecen continuamente en ella:

“En Grecia el fútbol no es bonito, nada lo es. Aquí sólo hay ira. Eso es lo único que tenemos aquí de sobra”.

“En este país las cosas no se hacen porque tengan o no sentido, sino porque así se han hecho siempre”.

Manson, ya digo, se ceba:
         
“Empezaba a acostumbrarme a que los griegos se quejaran de una cosa o de otra. Si les dejaras, y a pesar de que hubiera sucedido hacía dos mil años, hasta se quejarían de que los romanos se lo hubieran copiado todo”.

“[En Grecia,] lo único inesperado era recibir algo a cambio de nada”.

“Un país que es un puto desastre y que se va a pique a pesar de lo bien que se le da ladrar”.

La ficción es ficción, lo sé. Y una novela es una novela, pero la sensación que he tenido leyendo esta novela es que la animadversión del fallecido Kerr hacia los griegos es hasta virulenta. Creo que innecesariamente desagradable, con una carga crítica que se ve reducida a la ruina cada vez que lo que se desprende a lo largo de toda la obra es una desconsideración taxativa hacia la Grecia de hoy.

No obstante, ¿qué es La mano de Dios, además de una permanente recomendación de no ir en unos lustros a la patria de Nikos Gallis?

Es una buena novela policiaca bien ambientada en el mundo del ultraglobalizado fútbol europeo, protagonizada por un personaje muy creíble, sencillamente humano y lo suficientemente literario al tiempo que es capaz de hacer reflexiones de hombre culto a la manera que lo son quienes no necesitan alardear de haber leído todo lo que no lee casi nadie:

          “La vida está llena de conflictos. Eso es lo que la hace interesante”.

Manson/Kerr tiene razón. Sin los conflictos tampoco este libro sería interesante.

Ese protagonista, el entrenador Scott Manson, sabe mucho de fútbol y por ende de la vida. Resulta magnífica la orden-consejo que le espeta a uno de sus jugadores:

          “ESEPB. Espera siempre el puto balón”.

Una advertencia vital de las mejores que he leído en libro alguno. Porque sí, siempre hay que estar atento al puto balón. Siempre. No sé si me explico.
Sobre lo que es el fútbol para Manson hay en La mano de Dios muestras sobradas (y muy variadas):

“Fútbol. Noventa minutos de deporte y una columna de Trajano de odio y resentimiento. […]
El fútbol se inventó para que los hombres hablaran los unos con los otros. Las mujeres inventaron clubes de lectura. Para charlar, me refiero”.

Y es capaz de decirle a su novia:

“Para eso se inventó el fútbol, para que las mujeres creáis que el sexo no es lo único en lo que pensamos”.

Porque toda la serie Manson, la tristemente reducida a tres novelas serie Manson ,es una demostración literaria de que “el fútbol es uno de esos mundos mágicos en los que la verdad es más extraña que la ficción”.

Todavía tengo una posibilidad más de disfrutar del fútbol de Philip Kerr, pues tengo sobre mi mesilla de noche, lista para ser devorada como las dos anteriores, la que cierra la trilogía, imagino que únicamente detenida por la muerte de su autor, Falso nueve.

[Por cierto, estoy con Manson/Kerr cuando considera, perplejo, que “hoy en día ya nadie sabe qué coño les va a ofender”.]


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