El nazismo según Martin Amis

La Zona de Interés es un libro inolvidable. Martin Amis acaba su espléndida novela de 2014 reconociendo que al escribirla se atuvo “a lo que sucedió”, a todo el horror, a toda la desolación y a toda la “terca y sangrienta opacidad” de la realidad apesadumbrada por los años de vigor del nacionalsocialismo.

El historiador Alan Bullock dijo que no podía explicar a Hitler: “No creo que nadie pueda... Cuanto más sé de él más me cuesta explicarlo". Amis no ejerce de historiador, pero considera que su función como novelista puede perfectamente ignorar el porqué del nazismo, de Hitler, y centrarse en elucubrar narrativamente el terrible cómo. Esta obra es un cómo novelístico de exigente lectura escrito por un autor tan bien documentado como repleto de un oficio narrativo exhaustivo, gigantesco.
Por uno de sus protagonistas, comandante del campo de exterminio que es parte del digamos escenario central de la novela, conocemos la inexistencia para sus perpetradores de dilema alguno en toda aquella insania:

El ‘bien’ y el ‘mal’, lo ‘bueno’ y lo ‘malo’ son conceptos que tuvieron su momento, y que han pasado a la historia. En el nuevo orden, algunos actos tienen resultados positivos y algunos actos tienen resultados negativos. Y eso es todo. […] El sistema cristiano del bien y del mal, de lo bueno y lo malo, es un sistema que rechazamos de forma categórica. Tales valores, reliquias de una barbarie medieval, ya no tienen validez. Ya sólo existen resultados positivos y resultados negativos”.


En La Zona de Interés, La Zona de Interés es… dejemos que uno de sus protagonistas nos lo explique:

“Bajo el nacionalsocialismo te mirabas en el espejo y te veías el alma. Te descubrías. […] Todos descubríamos, o revelábamos, impotentes, quienes éramos. Quién era realmente uno. Esa era la zona de interés”.


Es esta una novela fría y densa y ardiente y estalagmítica, según Amis quiere, donde asistimos a las contradicciones entre los nazis que querían más esclavos y los nazis que querían más cadáveres. Una novela por la que deambulan a menudo altos jerarcas del régimen hitleriano que tienen “la misma expresión en su semblante: la de los que pilotan sus naves guiados por las estrellas más altas”.

Es esta una novela en la cual yo no he acertado a ver sátira alguna y menos comicidad. Más bien, he visto “el apetito de la muerte”. He constatado que, para los nazis, “la crueldad es una virtud”. De hecho, considero paradigmático el retrato que de los barracones del campo hace el escritor británico, de cuyo olor dice que “era el olor fuerte y amedrentado del hambre: los ácidos y gases de digestiones frustradas, con una ligera emanación de orina”. Sátira, por cierto, es lo que vio la extraordinaria escritora estadounidense Joyce Carol Oates al leerla. Y comicidad la que detectaron críticos españoles de renombre que publican en diarios y revistas también de renombre. ¿? Insisto. ¿? He debido leer mal la novela. O mal las críticas.

Del nacionalsocialismo, otro de los personajes terribles de La Zona de Interés, el más salvaje, aguerrido y feroz, afirma que “no es un régimen criminal, es un régimen de dementes criminales”. Un régimen al que abandonamos ya derrotado en las últimas páginas de la novela de Amis, cuando la frase “No sabía nada sobre eso” se convirtió “en el nuevo himno nacional alemán”.


Se me olvidaba, La Zona de Interés es quizás por encima de todo una novela de amor donde refulge espléndido un poema de un compatriota de Amis, W. H. Auden. Este poema:

          “Hasta que se te entumezcan los nervios y tu ahora sea
un tiempo demasiado tardío para el amor o para tenderse.
Decir ay
cada vez por menos cosas.
Acostumbrado al fin
a haber perdido,
a aceptar la penuria,
la sombra de la muerte”.


Imaginemos, con una de las protagonistas de esa historia de amor engastada en la novela pavorosa, “lo repugnante que sería que algo bueno viniera de allí”, de los años nazis. Pero no necesitamos imaginar nada, lo acabamos de presenciar al leer La Zona de Interés.

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