-Qué
mano.
[Se
hablan sin preguntarse estos dos señores del pasado, pero en los vodeviles del
tal Ibáñez ya parece una manía que pase esto.]
-Bueno,
da igual. ¿Qué me traes hoy?
-Lo
mismo del otro día, pero le he dado una vuelta…
-¿Una
vuelta?
[El
señor del mostrador, el que está junto a la máquina que no para de hacer ruido,
ahora sí que inquiere. A tope.]
-Sí,
que lo he vuelto a revisar. Una vuelta.
-Miguel,
hablas cada vez peor. Una vuelta…
-El
caso es que te traigo el libro este para que sea eso, un libro.
-A
ver.
-Lo
quiero pronto.
-Me
gusta eso de La Mancha. La Mancha es mucho más que un sitio, es más que un
territorio. Es un estado de ánimo, es un planeta sentimental.
-Jolines,
Juanete. Deberías escribir.
-Ya
lo hago, pero no me da por imprimirlo, como a ti.
-Me
tengo que ir, que me esperan abajo, donde lo de…
[y
no se le escucha a este señor tan de oscuro vestido, tan seriote, a quien el
tal Juanete le dice algo que apenas podemos escuchar…]
-Me
da a mí que acabará pintándote alguna vez Óscar Mariné y que tu rostro será el
último dibujo que se pueda ver en un libro de un tal Ibáñez sobre esta España
de la que tanto hablas cuando empinas el codo.
-A
mí no, al protagonista de eso que yo llamo novela y que lo quiero para ya,
Juanete.
[Y
FIN]
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