Diciembre.1898. España

Si hay un documento que ratifica al mismo tiempo el final de un imperio y el comienzo de otro ese es el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898.

Aquel acuerdo puso fin a la Guerra Hispano-estadounidense, la última expresión de la postrera de las guerras de Cuba, la de la Independencia de la isla. Desde el día 1 de octubre, dos meses atrás, se venían reuniendo los plenipotenciarios españoles y estadounidenses en la parisina sede del Ministerio de Asuntos Exteriores francés. De un lado, del español, la delegación encabezada por el presidente del Senado Eugenio Montero Ríos. Del estadounidense, la que a su cabeza tenía a quien fuera secretario de Estado William Rufus Day.

Mucha negociación no es que hubiera, o sí. El caso es que las exigencias de la emergente Estados Unidos acabaron cumpliéndose si bien con algo de retraso para el deseo norteamericano. En agosto, cuando Estados Unidos ya había derrotado a España en todos los frentes (Filipinas y Guam, Cuba y Puerto Rico), se había firmado un protocolo en el que los norteamericanos exigían a los españoles la inmediata evacuación de Cuba y Puerto Rico, así como la entrega de la isla pacífica de Guaján (hoy Guam), parte de la capitanía general española de Filipinas. Algo que Day hubo de volver a reclamar en el proceso de elaboración del tratado.

Un tratado en el que, a cambio del pago de 20 millones de dólares a España por su cesión de Filipinas, la nueva potencia americana obtenía la cesión de ese archipiélago asiático y la de Puerto Rico y Guaján, y la firme declaración de independencia de Cuba asumida por el país europeo que ya renunciaba, definitivamente, a ejercer cualquier reivindicación de dominio sobre la isla caribeña que abandonaba.

Si el Tratado de París de diciembre de 1898 señalaba de alguna manera el inicio del colonialismo estadounidense, al mismo tiempo marcaba de forma indeleble sobre España la palabra derrota y la palabra desastre. Aunque, no es menos cierto que la más reciente historiografía española camina hacia la sustitución de la anticuada idea de desastre colonial, la que tuvieron por cierto quienes protagonizaron aquellos acaecimientos, por la más actual de crisis de fin de siglo (finisecular para los más finolis), tiempos de desasosiego y duda, antesala del largo derrumbe del sistema de la Restauración.

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