Más de diez millones de españoles

El último Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo convocó el 27 de agosto de 1982 elecciones generales anticipadas para el 28 de octubre, de las cuales saldría la definitiva demostración del cambio democrático posterior a la larga noche franquista, así como la primera obtención de una mayoría absoluta en la historia de la restablecida democracia española.

Aquel jueves 28 de octubre votaron para el Congreso de los Diputados 21.469.274 ciudadanos, es decir, el 79,97% del censo electoral. Más de 10 millones lo hicieron al PSOE (el 48,11%), liderado por Felipe González, lo que hizo que los socialistas lograran 202 escaños, 26 escaños más de los necesarios para la mayoría absoluta, 81 por encima de los que habían obtenido en la anterior convocatoria, la de 1979.

Manuel Fraga (que con su Alianza Popular, en coalición con los democristianos del Partido Demócrata Popular, PDP, salido de la demolida Unión de Centro Democrático, UCD, pocos meses antes y liderado por Óscar Alzaga, llegaba a los 107 diputados tras sus más de cinco millones y medio de votos a favor, y el correspondiente 26,36% de votos emitidos) se convirtió en el líder de la oposición y tuvo lugar el previsto derrumbe de UCD, encabezada por Landelino Lavilla, que se manifestaba en un insignificante 6,77% de los votos emitidos (1.425.093) que no alcanzaba sino para once exiguos escaños, 155 menos de los logrados tres años antes, ninguno de ellos para Calvo-Sotelo, que no logró salir elegido, él que en su ejercicio del poder había hecho oídos sordos a los cantos de sirena tanto del partido de Fraga como de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) que le pedían unirse con armas y bagajes a la llamada “mayoría natural de la derecha” y que había devuelto a la ciudadanía la confianza en las instituciones tras el 23-F.

Santiago Carrillo tocaba suelo (electoral, se entiende), pues perdía 19 diputados (se quedó en 4) al no llegar ni a los 850.000 sufragios y apenas superar el 4% de los ejercidos, de manera que no resultó extraño que presentara su dimisión al mes siguiente como secretario general de los comunistas, un cargo que venía desempeñando desde hacía veintidós años. El partido de centro-centro creado tres meses antes por Adolfo Suárez, Centro Democrático y Social (CDS), debutaba en su exposición pública con dos diputados (el propio ex presidente y Rodríguez Sahagún), obtenidos al lograr el 2,87% de los votos (604.309 personas depositaron sus esperanzas electorales en él).

El resto del arco parlamentario lo completaban las formaciones de alcance autonómico: las catalanas CiU y ERC (con 12 y un escaños, respectivamente); y las vascas PNV (ocho), Herri Batasuna (dos) y Euskadiko Ezkerra (uno). Significativa muestra de la práctica inexistencia política de las líneas que miraban con arrobo al pasado franquista sería la pérdida del escaño obtenido en 1979 por parte de Blas Piñar y su Fuerza Nueva (poco más de cien mil votos), y los irrelevantes 25.451 sufragios que el ex golpista y encarcelado Tejero consiguió con su organización política, llamada Solidaridad Española y dotada del pretendidamente gracioso eslogan “¡Entra con Tejero en el Parlamento!”.

El PSOE obtuvo un apoyo masivo de los jóvenes que votaban por vez primera y también de las clases medias urbanas, venció en todos los sectores profesionales y de ocupación salvo entre los empresarios medios y pequeños, llegando a obtener más de un tercio del voto campesino y ganando entre los mayores de 60 años, donde UCD le había superado con el triple de sus votos en las elecciones de tres años atrás. Los socialistas incluso alcanzaron casi la mayoría absoluta de los votos emitidos, pues llegaron hasta el 48,2% de éstos.


Este texto es una adaptación de otros contenidos de mi libro La Transición (Sílex ediciones, 2015), y fue un artículo ya aparecido en la revista Fernando Martínez

LA FOTO ES DE Chema Conesa

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