-Hola, soy el padre de Felipe González, y no veo la forma de que el chaval
tenga en un futuro un chalet. Y un yate.
[estamos en el palacio de El Pardo, sede de la mayestática presencia occidental
del Generalísimo que es, como Caudillo
que es, el Invicto Árbitro de las Familias Ganadoras de la Guerra Civil. Es
domingo por la tarde, va a empezar el fútbol y Don Franco quiere que las visitas se disipen cuanto antes, incluido
el vicesecretario general del Movimiento,
que tiene ganas de hablar… Y habla:]
-Hablaba en voz alta. En ocasiones
veo el futuro. Y voy y lo largo. No se preocupe, señor vicesecretario general
del Movimiento. ¿Me dijo usted que se llamaba, perdone?
-Adolfo, me llamo Adolfo. De apellido, Suárez. Póngame a los pies
de su señora.
-¡Qué guirigay hay aquí! ¿Qué decía
usted, señor vicesecretario general del Movimiento?
-…ñora!
[un chambelán de mucha librea y
afectación untuosa casi imperial, grita, o mejor, manifiesta a viva voz la
intención del Caudillo de que aquello vaya acabando, que empiezan los toros (él
no lo sabe, pero lo que empieza es un
partido del Bilbao, el equipo de Su Excelencia Don Franco):]
-La Casa del Caudillo ruega a los
asistentes vayan abandonando las instalaciones palaciegas donde el centinela de Occidente nos protege a
todos los españoles de ese mundo todavía amenazado por el mayor mal que haya
conocido el Universo, que como muy bien saben todos ustedes es el comunismo por
sobre todas las cosas. ¡Viva España!
¡Viva Don Franco!
-¡Eso es una voz y no la de Manolo Escobar! ¿Le he hablado a usted
de mi hijo Felipe, que va para abogado?
-¿Felipe, dice? Disculpe, pero me
tengo que marchar. Me esperan mis obligaciones de vicesecretario general del
Movimiento, pero aquí tiene mi tarjeta, y dígale a su hijo que me encantaría
conversar con él cuando termine su carrera. No sé, me ha dado por ahí.
-Muchísimas gracias, señor vicesecretario
general del Movimiento. Verá que tiene él algo, como… ¿cómo le diría yo…? Algo
como, iba a decir transitorio, pero no, no es esa la palabra…
-Le dejo, señor padre de Felipe
González, con sus cuitas. Tengo muchas cosas que hacer.
[Don Franco está ya en zapatillas,
acaba de besar en la frente a su Carmen
Polo (como es De Franco, ya no lo digo, por eso digo que se lo da, el beso,
a su: que todo hay que explicarlo) y
le dice al chambelán, que ha regresado a los aposentos del Caudillísimo:]
-¿Has visto a Adolfito, al vicesecretario
general del Movimiento que me han endilgado estos? ¿No te parece que trama
algo? Serán cosas mías. Me voy a ver a
Uriarte.
[Y se va. Y lo ve meter un par de
goles. Pura garra de león]
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