-Buenas, venía por lo de mi padre.
-Por lo de su padre.
-Eso he dicho, dilecta funcionaria.
-¿Y su padre es?
-Romualdo Zidán Clarinetti, 8ta y tantos.
-¿8ta y tantos?
[es como si la funcionaria madrileña de apariencia belga pudiera
leerle a Rubén Zidán la mente, o mejor, lo que resultaría de transcribir lo que
dice]
-Ochenta y un años, para ser exactos.
-Pues usted dirá.
[por fin, parece que esto arranca]
-Lo de la dependencia esa, que si la tiene.
-Se refiere usted a si se puede beneficiar su padre de usted de
los beneficios, valga la redundancia,
que pudieran derivarse de la aplicación
de la Ley de Dependencia [y le recita su nombre boético completo] a su
situación personal de él.
-Sí, y lo de la incapacidad, también.
-Ahora me está hablando usted de las posibilidades de desgravar en
la declaración de la renta de su padre de usted en el caso de que fuera
declarado sujeto de alguna discapacidad reconocida por ley.
-Eso mismo. Ya sé que Kennedy, el de la bala en la cabeza, dijo
aquello de “no preguntes qué es lo que tú país puede hacer por ti, pregúntate
qué es lo que puedes hacer tú por tu país”…
[la funcionaria se despeina de repente, ella sola, sin ayuda de
nada ni de nadie, guiña emocionalmente su ojo izquierdo y empieza a perder algo
de baba por sus labios, los de la boca, Rubén Zidán prosigue, que ya no hay
quien lo pare…]
… Y a eso vengo, a preguntarle a usted, ¿se encuentra bien?, bueno,
sigo… A preguntarle a España qué puede hacer por mi padre. A España o a Madrid,
que con este lío de las autonomías ya no sabe uno a qué atenerse. Y eso por no
hablar de lo de los catalanes que se quieren pirar y llevarse los muebles sin
preguntar ni nada.
[la funcionaria, que vemos que se llama Anselma Jart, según reza
en el cartelito bien a la vista que preside su mesa atiborrada de jaleo
administrativo mal administrado, se desploma sobre las teclas de su ordenador,
que antes de que Rubén Zidán se levante y comience a gritar pidiendo ayuda
escriben sobre la pantalla llevadas por la aleatoriedad idiota de lo aleatorio:
La función pública está dejada de la mano de Dios, y los
ciudadanos se las saben todas. Yo esto lo dejo.]
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