Leer, contar, escribir. La
literatura antes de la palabra literatura,
engarzándose en ese peculiar crecer de la humanidad desde el silencio hacia el
exterminio y las galaxias.

Películas que se acercan demasiado, sin culminar sus
hallazgos, al placer de la escritura
como definitiva redención de lo que de nocturno tiene el mundo.
Películas sobre la necesidad de apreciar la lectura de
cuanto escriben los gigantes y los enanos, de cuanto necesitamos los humanos
para pasar desapercibidos entre las
ruinas y para erigirnos en los animales inteligentes que decimos ser.
Películas como La
ladrona de libros, dirigida por Brian Percival, que auguran vuelos aunque no sean más que natación en una tarde de verano.
Películas como esta, cuya interpretaciones de todos sus actores son de una enorme brillantez.
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