He leído It y no me ha dado miedo

It no me ha dado miedo porque It no es (lo es pero no únicamente) una novela de terror, de hecho he llegado a pensar que en realidad es un libro de Historia, y estoy absolutamente seguro de que es una novela que supera cualquier género limitador.

Esta es una historia de cuando todo cambiaba. Una historia, un relato, un cuento. No, no es un libro de Historia, pero bien podría serlo.

“Las cosas han cambiado, ¿no? Cuando uno estaba dentro de los cambios costaba verlos. Había que retroceder para percibirlos. Al menos había que hacer el intento. […]
Cuanto más cambian las cosas, más cambian.”

Es una novela que comienza cuando nace el rocanrol y culmina con el magnífico John Fogerty de la extraordinaria canción Rock and roll girls, que nos traslada también hasta los comienzos de una ciudad imaginaria de las primeras colonias británicas en Norteamérica y nos posa en los Estados Unidos de Reagan y el nacimiento del SIDA como amenaza oscura y dolorosa, una amenaza que no nos sopla al leer It pero que uno cree ver flotando en el ámbito delirante de unas vidas rodeadas de muerte pero redimidas por el poderoso engrudo de la amistad, de esa gente que construye su casa en el corazón de otros.

Las amistades y la maldad. Lo amigos, la amistad y el mal. Maldad y amistad. Los dos ejes precisos por donde oscilan los cientos de páginas (traducidas tortuosamente en la edición que he leído, la primera en español, del año 1987). En It, la maldad no es la del monstruo que a menudo un payaso aterradoramente divertido, jocosamente terrorífico, no es sólo Eso: la maldad es la maldad del Derry histórico, de esa ciudad neoinglesa en el Estados Unidos de Stephen King, la de buena parte de sus pobladores, incluida la sobreprotectora madre de uno de los protagonistas, cuya estulticia es tan peligrosa como la violenta manera de ser de los asesinos más evidentes que pululan por la magnífica obra que es It.

Quise leer a Stephen King después de que los dueños de la Literatura me lo tuvieran secuestrado durante décadas, y decidí comenzar por leer It. Y no me arrepiento, en modo alguno. King me ha demostrado lo que recientemente aprendí de buenos lectores que supieron aconsejarme extraordinariamente bien, que es un escritor capaz de envolverme en un mundo de pura realidad increíble.

La clave de esta novela está en la inquietud que promueve en el lector, pero además lo está en la suma astuta de la inquietud y el deseo. ¿Qué es lo que temes? Ahí está la esencia del libro, en esa pregunta y en la capacidad que pueda tener el lector para negarse a responderla en ningún momento o para dejarse llevar arrebatadoramente por su interrogante de abismo y sucumbir a unos miedos que son parte de nuestras almas.

“Inquietud y deseo. Había mucha diferencia entre el mundo y el deseo: la misma diferencia que entre el adulto que calcula el costo, y el niño, que se sube y echa a nadar, por ejemplo. Toda la diferencia del mundo. Sin embargo, no era tanta. En realidad, ambas cosas eran compañeras de cama. Como cuando uno se aproxiuma a la primera pendiente de la montaña rusa donde empieza la emoción.
Inquietud y deseo. Lo que se desea y lo que se tiene miedo a buscar. El dónde se ha estado y adonde se desea ir. Un rock-and-roll decía algo de ‘querer la chica, el auto, el sitio donde plantarse y ser’. O, caramba, ¿se entiende?”


Tu pelo es fuego invernal,
brasa en enero.
Allí ardo yo.

ello
temblando aprendes a temblar
nadie dijo que esto fuera a ser fácil
temor
memoria
dolor
deseo e inquietud…
y ese nombre del vacío

eso
Fue rocanrol y es la Historia,
el peso de la verdad
y el de los sueños,
pesadillas…
todas las mentiras
bajo el asfalto
arañando la ciudad

It
el fuego eterno
aquello maravilloso
antes de los fuegos fatuos
y el poder de la imaginación
y el pasado que no se decide a pasar,
que no acierta a rasgar el futuro

lo
¿Qué es lo que más temes?
ya lo sabes,
ahora créelo:
ama a los amigos,
esa gente que ha construido
su casa en nuestro corazón.
Cambios y permanencias:
cuanto más cambian las cosas,
más cambian.


Es medianoche en el corazón de una frase
y las palabras se acodan para verte respirarlas
en el momento del grito y la desesperación
de los pobladores del libro que lees casi a oscuras,
tratas de engañarle al sueño con un sueño
pero las secuencias del escalofrío son crudas
como un diamante ensangrentado
en la cercanía del aletargarse de los dioses,
cierras los ojos y dejas de leer esa inmensidad
hecha de los despojos de memorias olvidadas
y de las formas virtuosas de un cadáver obstinado
empapado por agua detenida en la misma muerte,

leo a Stephen King ahora que sé todo lo que sé.

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