que arañan la ciudad y son montañas
hasta convencerte de que todo cambia
como si tus venas no contuvieran más sangre
que la necesaria para mantenerte despierto ante ellas,
la precisa para ver con los ojos cerrados cuanto el libro
convierte
en esa pesadumbre serena de acontecimientos como terremotos
de rosas;
lees las más de cientocuarentaydos páginas
que abrazan melodías y fueron sueños
para disfrutar del pasado cuando es sólo pasado
con el desapego mortal de saberte innecesario y elocuente
o con la pericia indolente de quererte enamorado y del todo futurible,
un vertiginoso abismo hacia los cielos donde esta brisa que
te colma se hace a sí misma,
para enajenarte con la suavidad de las sombras iluminadas por
la escritura de un dios como tú.
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