En el número 682 de la revista política Triunfo (aquel símbolo de la resistencia pública al franquismo), del 21 de febrero de 1976, en un artículo titulado ‘El movimiento de la construcción’ (que aparecía justo después de uno de… Manuel Vázquez Montalbán), Nicolás Sartorius, dirigente del Partido Comunista de España (PCE), uno de los fundadores del sindicato Comisiones Obreras, menciona a la iglesia de la Beata María Ana de Jesús como habitual lugar de reunión de trabajadores (la llamaban el Beato).
“El sábado día 14
[de febrero de 1976] tiene lugar en la iglesia de la Beata María Ana de Jesús (el
Beato, como se la conoce en los ambientes laborales la ya famosa asamblea
de comisiones, junto con la Asesora y otros trabajadores representativos de la
rama [de la construcción, que había conseguido notables mejoras sindicales tras
una huelga]. La reunión duró unas dos horas y tomaron la palabra alrededor de
50 asistentes, lo que da idea del alto grado de participación y de la viveza de
la discusión. El resultado de las votaciones fue el siguiente: 800 votos (a
mano alzada) contra 20 (que en realidad fueron 18) por reanudar el trabajo el
lunes. Además, por amplia mayoría se decidió una hora de paro como protesta por
los sancionados o detenidos en piquetes”.
Sartorius había sido uno de los condenados del conocido como Proceso 1001 que el Tribunal de Orden Público, cerca ya del final de la dictadura franquista, en 1972 y 1973, llevó a cabo contra los diez miembros de la dirección de Comisiones Obreras. Aunque el Tribunal Supremo rebajó las penas dictadas por el TOP (Marcelino Camacho fue condenado a 6 años de cárcel; Sartorius a 5; Miguel Ángel Zamora Antón a 2; Pedro Santiesteban a 2; Eduardo Saborido a 5; Francisco García Salve a 5; Luis Fernández a 2; Francisco Acosta a 2; Juan Muñiz Zapico a 4 y Fernando Soto Martín a 4), tras la muerte del general Francisco Franco, cinco días después, en los comienzos de lo que ya sería la Transición española a la democracia, todos ellos fueron indultados por el rey Juan Carlos I el día 25 de noviembre de 1975.
Aquel año de 1976, cuando los
encierros en el Beato, publicó el librito titulado Qué son las
Comisiones Obreras.
Comisiones Obreras no se pudo
legalizar hasta que en abril de 1977 el gobierno de Adolfo Suárez sancionó el
reconocimiento oficial y público del sindicato y el PCE.
En aquellos años en los que la
parroquia de la Beata María Ana de Jesús sirvió de refugio a varios encierros
reivindicativos de trabajadores (que se acogían a lo sagrado del recinto que
impedía las actuaciones policiales), uno de los que alguna vez usó la iglesia
con aquellos fines fue mi padre, cuando a comienzos del año 1976 entró
con (algunos de) sus compañeros del Banco de Vizcaya para reivindicar su acción
huelguística y reunirse asambleariamente. El párroco que permitió aquellas
reuniones que darían el nombre de el Beato al recinto por parte de los
trabajadores que en la iglesia se encerraban/reunían era de aquélla Eusebio
Cuenca, a quien yo escribiera ‘El último héroe de la clase obrera’.
Don Eusebio, como le conocíamos cuando era el párroco del barrio (yo tenía
trece años en aquellos días de las huelgas del 76), era quien estaba facultado
para permitir la entrada de la policía para detener a los huelguistas reunidos
en la iglesia. Nunca lo consintió.
La iglesia parroquial madrileña de la
Beata María Ana de Jesús había sido
edificada frente a la colonia del Pico del Pañuelo entre 1943 y 1952 (según el
proyecto del arquitecto Joaquín Núñez Mera) y se encuentra en la calle de
Guillermo de Osma, muy cerca de la plaza Beata María Ana de Jesús, en el barrio
de La Chopera del distrito de la Arganzuela.
Conviene recordar que no siempre las
fuerzas de orden público recientísimamente salidas del franquismo (y actuando
bajo lo que en realidad era técnicamente aún una dictadura, una dictadura
monárquica) actuaron respetando los recintos sagrados que eran los templos
cristianos, pues hubo un caso en el que fueron responsables de los llamados sucesos
de Vitoria, una matanza sucedida el 3 de marzo de 1976 en la ciudad vasca
capital de la provincia de Álava, cuando la Policía Armada desalojó de la
iglesia de San Francisco de Asís por la fuerza (lanzando gases lacrimógenos al
interior) a unos cuatro mil huelguistas que se hallaban reunidos en asamblea, a
quienes después dispararon, con el resultado cinco muertos y más de ciento
cincuenta personas heridas.
El Beato tuvo
más suerte. Fue uno de los muchos templos donde, en los tiempos en los que los
españoles transitábamos hacia la paz social de la democracia, los párrocos
permitieron a los trabajadores hacer algo que todavía los rescoldos del régimen
franquista no eran capaces de, ni podían, permitirles.
Sartorius fue un destacado protagonista
de aquella época que conocemos como Transición, en tanto que uno de los
negociadores políticos de la izquierda sindicalista comunista, y resultó
elegido diputado en tres elecciones legislativas (1979, 1986 y 1989).
La revista semanal Triunfo había sido fundada en 1946, pero desde 1962, con su nueva etapa (en la que pasaba de dedicarse a informar sobre espectáculos para centrarse en la información política y cultural e incluso económica), se fue convirtiendo en un medio clave de difusión de lo que el llamado segundo franquismo fue permitiendo (no sin secuestrar algunos de sus números y multarla a menudo), muy a su pesar, en ese proceso suyo de transformación paulatino que a la muerte del dictador se aceleraría con la definitiva transición/retorno a la democracia. Dejó de publicarse en 1982, como si, de alguna manera, hubiera cumplido su objetivo (es un decir) y desde 2006 existe la web triunfo.com, donde se pueden consultar todos los artículos publicados en la segunda etapa. Nombrar a los colaboradores más o menos habituales de Triunfo habla de su importancia intelectual y cultural. Por eso despido esto citando a algunos de ellos: los ya mentados Vázquez Montalbán y Sartorius, Eduardo Haro Tecglen, Luis Carandell, Víctor Márquez Reviriego, César Alonso de los Ríos, Enrique Miret Magdalena, Fernando Savater, Ramón Chao, Ian Gibson, Manuel Leguineche, Ignacio Ramonet, Manuel Vicent o los artistas gráficos Quino, OPS, Chumy Chúmez y Núria Pompeia.



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