La serie británica de televisión Adolescencia (Adolescence en su idioma original), estrenada en 2025, es considerada por la prestigiosa web cinematográfica FilmAffinity la mejor serie de ese año (cuando escribo esto), y la número 47 de las mejores series de la historia de la televisión. Y no me extraña.
Sus casi cuatro horas de duración repartidas en cuatro episodios exquisitos dirigidos por Philip Barantini, cada uno de ellos en un único plano secuencia memorable, con un guion brillante escrito por Stephen Graham y Jack Thorne, están interpretadas de una manera soberbia por el propio Graham y por el chaval Owen Cooper, junto a una sublime Christine Tremarco, todos perfectamente acompañados por Ashley Walters, una conmovedora Erin Doherty y Amelie Pease, Faye Marsay, Mark Stanley y Jo Hartley. La música de Aaron May y David Ridley y la fotografía de Matthew Lewis cierran esta creatividad que yo disfruté (con esa clase de sufrimiento emotivo que el arte permite) mientras la contemplaba casi sin respirar.
Este thriller psicológico dramático con la adolescencia (claro) y la familia como ámbito protagónico es un policiaco sensacional que le hizo decir al crítico cinematográfico de La Vanguardia Pere Solà Gimferrer de ella que “es prodigiosa y una de las series del año, simplemente alucinante”.
Aramide Tinubu escribió en Variety que Adolescencia es “un relato desgarrador sobre asesinatos, misoginia y fragilidad adolescente” que “pone de relieve cómo nos hemos fallado a nosotros mismos y cómo seguiremos fallando a las generaciones que vienen detrás”. No diría yo tanto… Bueno sí, porque aterra ver cómo pueden crecer algunos adolescentes sin que quienes deberían criarlos para ser ciudadanos cabales seamos capaces de hacer bien un trabajo para el que no estamos facultados, y cada vez menos en este mundo globalizado con tanta (des)información al alcance de (casi) todos. No sé si ser padre (o madre) da más pavor todavía.
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