La literatura según Manuel Rico
La ficción y la vida (ensayos y otros textos apasionados sobre la narrativa en el siglo XXI) es una colección de escritos del crítico, novelista y poeta español Manuel Rico publicados en 2024, aunque salidos de su caletre en la mayoría de los casos más de 30 años antes.
Dice, en el prólogo, la escritora Marta Sanz de Manuel Rico (“un hombre apasionado por la cultura y su resonancia ética”) que “escribe desde el respeto y lo hace con rectitud, sin ironía, al hablar de los libros, de los que habla al lado de los libros y no por encima de ellos, como hacen quienes gamberramente pontifican desdibujando cualquier texto para mostrar únicamente la voz de quien lo juzga”:
“Manuel Rico
es un hombre justo y su pasión por la literatura no lo enmascara, sino que lo
dibuja en cada línea que escribe”.
En ‘De un
siglo a otro novelando (casi una introducción)’ es el propio Rico quien nos
explica su vinculación con la novela, un género que también escribe, él que es
quizás más conocido como poeta (y como crítico literario):
“Este
volumen es, en cierto modo, la muestra sistematizada de una colección de
trabajos con un denominador común: una visión (o concepción) de la narrativa
que trasciende la coyuntura en que fueron escritos, lo cual es en el fondo una
forma de ordenar la particular historia de mi relación teórica con la novela y
con su realidad en el tránsito del siglo XX al XXI”.
Al igual que
él, yo también abogo por un género vital, cargado de futuro, al que me niego a
ver como algo con fecha de defunción inminente: nada es eterno, pero la novela
está demasiado viva. Todavía.
Me interesó
especialmente cuando el autor establecía su particular relación entre la
novela y la Historia:
“La novela
cumple en muchas ocasiones, al margen de la voluntad del autor, además del papel
propio de su condición de creación literaria, es decir, el de producir un goce
estético, una función complementaria de la historiografía: entra en los
espacios de lo cotidiano, tantea en el subconsciente individual y en la
conciencia colectiva, nos habla de los factores sentimentales, de las
costumbres, de los valores culturales de un tiempo concreto. Es decir, recupera
una suerte de intrahistoria, en muchos casos más viva, más conmovedora, por
tanto, más real, que la que nos suele ofrecer la historia como ciencia”.
Solamente
una pega: nada es más real a la hora de hablar del pasado que la
Historia (la disciplina de los historiadores), querido Manuel. La realidad
de la novela es muy otra.
Mucho más
interesante todavía es cuando Rico estable la distinción sustancial entre la
novela y la poesía.
La poesía:
exhibe una máxima concentración emocional, capacidad simbólica, la más radical
subjetividad, es médula y esencia que prescinde de lo accesorio (“las palabras
prescindibles se notan siempre”).
La novela:
se mueve “por senderos largos y no siempre intensos” perceptibles “en una
perspectiva estratégica”, prevalece la capacidad de representación y análisis,
existe en ella una tendencia a “expresar la exterioridad (lo objetivo), admite
lo accesorio (que puede llegar a ser esencial), las palabras prescindibles
pueden pasar desapercibidas.
En suma, mientras
“el poema concentra, la novela extiende”. Si la poesía es “respiración del
lenguaje”, en las novelas impera “la voluntad de elevar una anécdota, un suceso
real o imaginario, a la categoría de lo mítico, de construir con la palabra
universos ficticios en los que la realidad respira, si cabe, de manera más
profunda y compleja, y con capacidad para modelar la conciencia del lector,
transmitiéndole una nueva forma de mirar y asumir el mundo circundante”.
Al
explicarnos, al definir lo que es una novela (“narra, describe hechos, da vida
a personajes, parte de la realidad para trascenderla, para convertirla mediante
el lenguaje en una realidad distinta, más elevada, arte en definitiva”), Rico
argumenta que “nos da todo aquello que la historia no nos cuenta”. En realidad,
la Historia debería contarlo todo pues se vale de la novela para
hacerlo, matizo.
“La novela
es un edificio construido con palabras, sustentado en una historia —sea más o
menos compleja o comprensible en un primer nivel—, que ofrece una
interpretación del mundo, una mirada sobre los otros. También un goce estético
imprescindible".
Termino agradeciendo que el volumen incluya un utilísimo índice onomástico final. No es algo acostumbrado en el mundo editorial.
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