Locomotoro
decía hola amigüitos mientras saludaba sin que se le despeinara la boina.
Yo me
agazapaba entre las gafas de Valentina dulce y fina como una mandarina,
mi amor
sería eterno porque Valentina iba de blanco, tenía un cinturón de los anchos y
lo sabía todo de todo.
Barullo
correteaba por doquier pero lo ignorábamos porque era pequeño y negro, nos
decían que era negro porque qué más daba.
El
Capitán Tan era importante porque nos imponía con su sombrero que parecía un
casco y tenía una camiseta a rayas horizontales.
Poquito
y Mucho eran dos payasos contrapuestos y sin gracia,
que se
tropezaban, caían y no estaban nunca quietos.
Los
Hermanos Malasombra eran dos pistoleros chapuzas que, decían, eran malos de
verdad.
Y si
vestían de blanco se convertían en los Hermanos Buenasombra.
El Tío
Aquiles con las fibras de la vejez en los pliegues de su cara era entrañable y,
para nosotros, senil, flaco y despistado.
Nunca
supimos ser infelices en blanco y negro con Los Chiripitifláuticos.
Pero la
verdad, cuánto frío, la lejanía.
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