Love Zanón Song



Love song es el título de la cuarta novela que leo del escritor español Carlos Zanón. La cuarta que disfruto. La cuarta que me conmociona, me entretiene, me divierte, me asombra. La cuarta que casi me fascina completamente. Pero ¡qué importa ese casi, cuando uno lee la auténtica literatura de su tiempo!

Zanón comienza Love song destripándonosla, porque, en realidad, a él lo que le importa no es el final, sino el camino. Zanón es de esos escritores. Y yo lo agradezco.

Unas palabras sobre los tres protagonistas de la novela:

              

“Los ojos de Eileen eran de esos que no piden permiso para mirar”.

“Casi todo lo que Jim sabía de cualquier cosa lo había escuchado en alguna canción”.

“Para Cowboy nada parecía empezar ni acabar” y “era profundo si lo es un laberinto”.

“Jim tenía el cuerpo y el corazón de Eileen, pero Cowboy tenía parte del cerebro y el amor de ella que no se alojaba en el deseo”.

 

Ellos son los protagonistas de Love song: son esa gente que “lo que no sabe expresar con palabras lo expresa con canciones”. Músicos. Músicos de verdad en la piel desesperada de una novela de 2022.

 

“Aquella música poderosa joven invencible.”

 


Publicada a comienzos de este Tercer Año de la Gran Pandemia (2022), Love song es una obra que yo encuadraría en lo que ya me gusta llamar la Gran Literatura de Barrio:

 

“Sin decir nada más, bajó Cowboy y por el paseo, acera contraria a la del piso donde vivió tantos años, aquel bajo de dos niveles escondido entre setos y trozos de hormigón. Ha pasado el tiempo pero Cowboy podría perfectamente dejarse a ciegas y que sus botas siguieron el mapa invisible de aquellas aceras, aquel hormigón gris, sus dibujos y desniveles, los líquenes en los bordes, la parte alzada por la fuerza de las raíces de plantas sobre las que nadie del vecindario se había molestado preguntar nunca sus nombres o por qué estas y no otras plantas que nadie quería pero que no se morían jamás, un poco como la gente que se arremolinaba en el vecindario, esos bloques de cemento, de paredes revocadas, algunas olvidadas de pintar, agujereadas, donde chocaban pelotas y cabezas e ilusiones hasta que acababan por reventar y ser abandonadas en cualquier sitio y de cualquier manera. Cabezas, ilusiones, pelotas desinfladas y el miedo al volver a casa y el estómago que se le revolvía en esos momentos, casi de igual forma que ahora, como si fuera el mismo miedo o él fuera siempre el mismo si le dominaba el miedo”.

 

[…]

 

La música y las canciones. Y la poesía. Pero sobre todo las canciones. Las más profundas protagonistas de una novela que no en vano se titula Love song¸ porque quizás sea eso este libro… Una canción de amor.

 

“¿Eran siempre verdad los versos en un libro?, siguió retorciendo sus pensamientos Jim. Tan solemnes los libros, la palabra escrita. ¿Mentían los poetas como sí hacían los músicos? En las canciones casi siempre es la lujuria quien canta”.

 

Los artistas, los músicos y “la vanidad mil veces hambrienta y mil veces más colmada”. Zanón, puro Zanón:

 

“Aguadillas y salpicaduras, gritos e insultos sin odio, carcajadas y explosiones, espuma y agua. Lo imparable de un verano, de cualquier verano tan alambicado de infancia y futuro que en ese momento se le antojaba a Eileen casi obsceno, como una fruta madura y abierta al sol. El idioma de los chavales la retornaban a casa enredándose los dedos en una nostalgia que le era extraña. ¿Volver a casa? Volver a donde solo si se vuelve a casa uno ha hecho un viaje. Si no, simplemente ha vivido. ¿Y qué ha vivido hasta ese momento, desde que dejó su casa? Música, noches, amistad, amor, pasión y Jim, Jim a todas horas, Jim en todos los huecos, necesidad y hartura de Jim, su amor que hoy se desvanece, se lo come su propio cuerpo del mismo modo que lo alimenta”.

 

Y siempre la música, su disfrute: “esa electricidad no envejecía, era algo atávico que te conectaba con las ganas de vida, las prisas de vivirse y vivirlo todo con la idea de que tú, cualquiera, vale la pena y esa música nunca tiene dueño ni necesita pase de entrada o manual de instrucciones”. También vivir dentro de una canción (“de una manera absoluta, sentir, crear, no opinar ni pensar”), como parecieran vivir los protagonistas de Love song. Los protagonistas de Love song, que no son tres, que son cuatro, pues a los tres que te presenté al principio de este artículo, se añade otro, quien fuera protagonista de otra novela magnífica de Zanón, el Sandino de la novela Taxi.

 

Y toda la categoría de escritorsigloXXI de Carlos Zanón:

 

“El reto siempre fue ése. Beber, comer, follar, drogarse, tocar, meterte en la boca del Gran Lobo hasta el límite de tu resistencia: el estómago girado, los dedos sangrando, la cabeza agujereada. Pasarlo bien, destrozarte para que cuando el Lobo cierre las mandíbulas encuentre tu cuerpo en el peor estado posible y así se enfade y te diga gritando: ¿esto qué es? ¿Qué mierda me das? Todo deteriorado, inservible: cuerpo y afectos. ¿Para eso he corrido toda la vida detrás de ti, hijo de puta? ¿para este despojo he ido detrás de toda la vida, Cowboy?

No se enfade conmigo, Señora Muerte”.

 

[…]

 

Los músicos “y lo hermoso de su búsqueda”: el Sandino de Taxi, a quien en Love song los personajes principales llaman Polidori, admira a los (otros) tres protagonistas “por cómo atrapaban las melodías que parecían estar suspendidas en el aire, porque si ellos no las atrapaban se desvanecían hasta desaparecer para siempre y parecía que eso no importaba a nadie y, para Polidori, eso era de lo poco importante en que aún creía”.

Porque este libro va sobre lo que quiera que sea “manejar toda aquella loca electricidad enviándola en busca de la misión peregrina de hallar la belleza, la soledad, en busca de alguien que la encuentre sin buscarla y reconozca que eso es para él, algo único y determinante, desplegar el ejército, aquel código adolescente por debajo de radares, padres y adultos”.

 

Aquel código adolescente por debajo de radares, padres y adultos.

 

 

Primera coda:

Leo a la periodista cultural española Rosa Mora, en la tercera de cubierta de la novela de Carlos Zanón, escribir sobre él que es “el cronista despiadado de nuestros tiempos”: ¡y yo que le veo como el cronista que se apiada de nosotros y de nuestros tiempos estampándonoslos en la cara a base de canciones y la noble poesía de los perdedores¡

 

Segunda y última coda:

 

A los músicos que aún tocan sin mirarse en el espejo, todo esto se lo dedicamos, Carlos y yo: a los que hacen “canciones que son como verdad”.

  

Este texto pertenece a mi artículo ‘La canción de amor de Carlos Zanón’, publicado el x de febrero de 2022 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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