Él ignora que está entrando en la leyenda desde su altura moral de resistente, de invicto, de bandido bueno, de dueño de la justicia de lo que es verdad. Fue leyenda antes de estos años en que vivo yo, tiempos de ignorancia de cuanto no se haga correr por medio de dispositivos digitales 0101011000101… Sí, no, no, sí, no, sí, sí, no… No podría creerse que en 250 kilómetros a la redonda ha superado la categoría de héroe y va camino de ser ese ser nacido de mentes prelógicas al que se tilda de mito. Legendario. Tanto para quienes le temen como para quienes le veneran. Prueba viva de la dignidad invencible o manifestación de los bandoleros para asustar a los niños.
Él, que piensa que solo cumple con su obligación de
hombre libre, él que resiste porque resistir es lo que le permiten quienes
detentan la tierra y detentan la voluntad de los trabajadores, él que cree que
cuanto hace es restablecer en su ámbito la certeza de lo humano, tan alejado de
lo que hacen los animales que es luchar por la vida cada uno según sus fuerzas.
Él que mira ahora mismo a la cara del muchacho que
llora frente a él cansado de implorarle desde hace horas. Él que ha secuestrado
al hijo del rico de Rente, a Sebastián, presunto heredero del dueño de los
autocares que usa todo el mundo en los valles y las montañas donde él lleva
escondido más de tres mil días, más de tres mil noches.
Que avance delante de él, le ha dicho. Sin hacer
ruido, sin movimientos bruscos. No, no puede fumar. Ya le devolverá su reloj y
su brillo probablemente delator. Que deje de llorar, que no le va a ocurrir
nada. Si todo sale según lo previsto estará esa misma tarde sano y salvo en
casa de sus padres, con sus hermanos pequeños. Que no le hable más. Que no le
distraiga.
Él se comporta con la frialdad necesaria para que todo
acabe bien, sin que el chaval sufra más de lo necesario de la cautividad del
breve secuestro y el susto de haberle visto a él apuntándole a la cara cuando
le capturó. Su plan no debería fallar, pero si así fuera no tiene muy claro qué
va a hacer con el hijo de Reneses.
[de una de
mis novelas inéditas: Serás mi tumba]
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