A Luis Landero

En el hervidero de la memoria, claro que me acuerdo de que vivo en un país lejano.

Leo entre líneas cada libro que me escribes, Luis…

La vida no es un cuento, tus cuentos sí. Tus novelas me asoman a un balcón en invierno donde juego a los juegos de mi edad temprana, de tu edad tardía, de nuestras edades como soles: somos tú y yo caballeros de fortuna, yo mágico aprendiz, tú el guitarrista de los sueños de las palabras, jóvenes inmaduros…

Me empapo de esa lluvia fina que desprenden tus sílabas innegociables, hoy, siendo Júpiter, ahora, siempre, hasta llegar a la absolución de mis deseos, hasta depositar mis ojos sobre el huerto de Emerson pronto, tal vez mañana.

Tal vez ahora y siempre.

 

Sé que Luis Landero nació en Alburquerque quince años antes de que yo viniera al mundo, a este mundo que Luis Landero resuelve por medio de las palabras, esas palabras que hace suyas pero que son las mías, las tuyas, las palabras que los siglos depositaron sobre las encallecidas manos y las cabezas de bronce de cuantos hablamos ese idioma del que Luis Landero es Sumo Sacerdote literario.

Sé que Luis Landero escribe novelas, inventa personajes, adorna situaciones, imagina la realidad, perfecciona la verdad por medio de una magia blanca que él sitúa en mi pequeña alma para disfrazarla de gloria común: Es uno de los monarcas de la Gran Escuela Española de la Literatura Amable, es un madrileño danzando para que nos venga lluvia fina, un representante sustantivado para negociarnos la vida (y el cuento) desde un balcón invernal capaz de la absolución de los inmaduros, es hoy Júpiter y una galaxia en mi barrio, un mágico aprendiz de guitarrista, es un tardío jugador de los mágicos aprendizajes.

Sé que Luis Landero fue profesor de Literatura, el mejor profesor de Literatura, sé que aún lo es en cada uno de sus libros, también sé, no me cabe la menor duda, que escribe mejor que Cervantes (no se lo diremos): ¿cómo te corto el pelo, Luis Landero?

“La poesía es sobre todo el naufragio feliz de la memoria”. Estoy contigo.