Los mejores discos de David Bowie


Para el periodista musical español Santi Carrillo (‘David Bowie, el hombre que compró el mundo’, en la Historia del rock de El País), Bowie “supo ir más allá del simple collage de retales”. Nadie como el creador de Ziggy Stardust ha sido capaz de “plasmar de manera tan clara y rotunda los caprichosos vaivenes del rock como manifestación artística de consumo popular”. Bowie, “mutante imprevisible”, siempre se aprovechó de un “poder visionario” que le permitió “ir más allá que el resto de sus coetáneos usando una amplísima gama de músicos y productores, remodelando episodios de la historia del rock a medida que ésta avanzaba, anticipándose a corrientes y modas, jugando con ellas y utilizándolas siempre ventajosamente para su propio lucimiento”. Carrillo es de lo que considera que en el “glorioso embaucador” que fue Bowie lo más importante, en definitiva, “era él mismo”.

Yo también soy de la opinión de que su última obra maestra fue el elepé Scary monsters, de 1980, registrado 36 años antes de su muerte, lo que no quita para que siguiera haciendo de vez en cuando excelentes canciones y ofreciendo conciertos multitudinarios bien defendidos por su repertorio incomparable (a dos de ellos pude asistir yo, uno, insatisfactorio, en julio de 1987 en el estadio Vicente Calderón, el primero que ofrecía en España; el otro, fascinante, en septiembre de 1990 en el auditorio de la Casa de Campo, el Rockódromo, ambos en Madrid).

Los demás álbumes a los que tengo por obras maestras son: Hunky dory (1971), The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars (1972), Aladdin Sane (1973), Diamond dogs (1974), Station to station (1976), Low y Heroes (ambos de 1977) y Lodger (1979). Y de rescatar alguno posterior a Scary monsters, podría citar (y cito) Let’s dance, de 1983.

Otra de sus cumbres fue aquel single maravilloso que grabó en 1981 con Queen donde fulgía como oro divino la canción perfecta: Under pressure.



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