¡Qué desquiciante es creerse todo
lo que escriben los escritores, los poetas, las novelistas, los dramaturgos,
los guionistas de cine, las guionistas de cómics, los historiadores! Todo lo
que cuentan cuando dicen estar contando la verdad, esa verdad imposible.
Pero hablemos de mí, trataré de ser verosímil,
al menos.
No tengo ninguna confianza en que mis libros tengan
la aceptación, la difusión al menos, que imagino cuando los escribo. Pero, como
yo digo: mejor en una librería unos días que en mi ordenador sin llegar a ser
ni siquiera un libro.
Lo malo es querer vivir de ello, de la escritura, creer
que es una opción y pasarte la vida maldiciendo que te equivocaste, que aquello
no eran cantos de sirena, que era la pura realidad y que no saber
transformarla duele.
Y… A quienes contemplé cantando fue a David Bowie y a Prince, en Madrid, bajo el cielo de noche auténtica que la música dispone cada vez que quiere sobre la ciudad de mis sueños. Cantando a los maquis de aquella novela mía ya tan vieja e inexistente, cantando también a Cuca, mi madre. Cuca, el libro que nunca acabo de escribir. Bowie y Prince cantándoles a Juanín y a Cuca.
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