The Clash

“El proyecto pop de The Clash fue siempre dotar de sentido a los acertijos de los Sex Pistols” (decía Greil Marcus). Cuando le preguntaron a Joe Strummer por qué dejó a su grupo de versiones de viejos éxitos de rock (The 101'ers), dijo: “Ayer me consideraba un tipo desagradable. Entonces vi a los Sex Pistols y me convertí en un rey”. Era abril de 1976, y los Sex Pistols teloneaban a su banda. Cuatro meses más tarde, The Clash telonean a los Sex Pistols. Tres años después, el otro líder de The Clash, Mick Jones, declaró que “no queremos ser esclavos del punk, se ha convertido en imágenes y actitudes prefabricadas, en otro uniforme más”. The Clash legaron cuatro álbumes primordiales, los cuatro primeros suyos, uno de ellos una obra maestra del rocanrol: London calling (aparecido a finales de aquel año 79 en el que Jones renegaba del punk).


UN AUTÉNTICO MONUMENTO DE CULTURA POPULAR: EL ROCK ES LONDON CALLING
Aullamos desde generaciones contra los esquemas inviables,
a favor del viento de los días;
somos una estela emocionante, pura poesía roquera en el aire.
Damos siempre gracias a The Clash, seguimos con fe su London calling,
nuestro remoto universo salvador, excelso inciso entre las desgracias.

Aquel siglo veinte en el que vine al mundo, vertedero del progreso de centurias, atormentada pócima del porvenir, exhibió vientres abiertos sobre los ríos, fue penicilina y astronautas y Maracaná: aquel siglo veinte, alucinado espasmo de iglesias inmorales, acabó riéndose de la palabra justicia en una erección famélica de negros cañones, fue rocanrol y computadoras y Verdún; aquel siglo veinte en el que recé en silencio, socavón galáctico de las patrias ilusas, fiesta insensible de los totalitarismos múltiples, esparció por las cordilleras la palabra futuro, fue neurología y estrés y Nueva York; aquel siglo veinte en el que bailé a Los Clash, vio suicidarse uno a uno a los sueños de la razón, engendró sus propios monstruos y fue exterminio, nos enseñó tantas cosas que aún dormimos en pupitres.

Una poesía de versos en el silencio anodino de las palabras,
esa melodía sin música, muda, enajenada,
anterior al sonido hermosamente perfecto de un piano lleno de agua
(como el del elepé de los Clash: London Calling) deja en la arena todos aquellos poemas,
cerrad las novelas, no leáis el teatro en un libro.
Las estrellas iluminarán este bosque y escucharemos a sus pájaros cantarnos el olvido.

El final de la presencia alobada de la Luna o el comienzo de ese despertarse rojo juvenil que el Sol tiene cuando han sonado canciones de los Clash

Una realidad batida por el incontestable espíritu de Los Clash: quienes estrangulaban el presente con la música de jóvenes alterados, saltaron desde mis paredes esmaltadas de porvenir hasta la abrumada maleza sobre las ruinas de los días sin el ruido de la furia.





Y las fotos de los Clash en las carpetas.


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