Las canciones de Nick Hornby (toma uno)

En 2003, el escritor británico Nick Hornby publicó 31 canciones, un libro que fue traducido para la editorial Anagrama al español por Fernando González Corugedo al año siguiente.

Cuando el gran escritor inglés (que, al final del libro, admite que son poquísimos los discos “que han sobrevivido a todas las vicisitudes de mis gustos musicales”) se propuso escribir “un librito de ensayos sobre canciones que me entusiasman”, sabía que tal cosa “ya es una dura disciplina en sí misma, porque uno tiene muchas más opiniones sobre lo que ha salido mal que sobre lo que es perfecto”.

“La verdad es que Thunder Road sólo me recuerda a Thunder Road y, supongo, a mi vida desde que tenía dieciocho años, es decir, a poca cosa y a demasiado”.


Porque las canciones nos recuerdan cosas pequeñas y demasiadas cosas: demasiadas cosas pequeñas. (A veces, alguna enorme.)

Existen las canciones que sólo son recuerdos, sólo funcionan como recuerdos, pero Nick no quería eso: de esas canciones, “ninguna es mía, ninguna significa nada para mí como música, sólo como recuerdos y no quería escribir de recuerdos”:

“Lo único que se puede deducir de la gente que dice que el disco favorito de toda su vida les recuerda su luna de miel en Córcega, o al chihuahua de la familia, es que en realidad no les gusta demasiado la música. Yo quería escribir sobre lo que hay en cada una de esas canciones y que me ha hecho amarlas, no lo que yo haya puesto en las canciones”.

El autor de Alta fidelidad escucha principalmente canciones. Me explico, bueno, se explica él:

“Casi nunca escucho jazz, o música clásica, y cuando alguien me pregunta qué música me gusta me resulta muy difícil contestar, porque normalmente quieren nombres de artistas y yo sólo sé darles títulos de canciones. Y casi todo lo que tengo que decir de esas canciones es que me gustan, y quiero cantárselas, y obligar a otras personas a escucharlas y cabrearme cuando a esas personas no les gustan tanto como a mí”.

La primera canción de las 31 canciones de Hornby es una de Bruce Springsteen, Thunder Road (puro romanticismo maldito que en 1975 no era una cursilada pero que ahora sí lo es), la canción que ha oído más que ninguna otra:

“Recuerdo estar escuchando esta canción en 1975 y que me encantaba; recuerdo estar escuchando esta canción y que me encantaba casi lo mismo hace muy poco, hace unos pocos meses”.

La segunda que más veces haya escuchado, a muchísima distancia, unas mil veces menos, es (White man) in Hammersmith Palais de The Clash.

La razón de que esa canción del elepé Born to run siga manteniéndose así en el alma y las venas de Hornby es que…

“creo que la vida es algo trascendental y triste pero que no destruye toda esperanza, y puede que eso me convierta en un depresivo que exagera su papel o puede que en un idiota feliz, pero en cualquier caso Thunder Road sabe cómo me siento y quién soy, y eso, en definitiva, es uno de los consuelos del arte”.

Springsteen, según Hornby:

“Puedo comprender por qué tanta gente encuentra a Springsteen histriónico y grandilocuente (pero no por qué lo encuentran machista o patriotero o tonto: este tipo de juicios ignorantes ha atormentado a Springsteen durante la mayor parte de su carrera, y provienen de unos listos que en realidad son mucho más tontos de lo que él ha sido jamás) […] Pasó de ser el futuro del rock and roll a un llenaestadios patriotero y grumoso de cabeza vacía en el espacio de pocos meses y también sin que nada hubiera cambiado apenas, salvo el nivel de su popularidad. De todas formas, su gran determinación, y el modo como ha sobrevivido a los ataques a su sentido de sí mismo, me parecen ejemplares; a veces es difícil recordar que si lo que haces le gusta a un montón de gente eso no significa necesariamente que lo que haces no tenga ningún valor. Es más, en ocasiones puede incluso indicar lo contrario.”

El pop hoy (Nick, para quien Let’s get it on, de Marvin Gaye, “es el mejor disco de pop que se ha hecho nunca”, emplea la palabra pop “para abarcar el soul, reggae, country, rock..., cualquier cosa y todo lo que pueda considerarse una porquería”, para quien “no puedes mantenerte toda la vida con tu música de siempre, sobre todo si eres alguien que escucha música todos los días, en cualquier ocasión, necesitas recarga, porque la música pop tiene que ver con la frescura”):

“Oh, por supuesto que comprendo a las personas que desprecian la música pop. Sé que gran parte, casi toda ella, es una porquería, sin imaginación, mal escrita, producida con ligereza, inane, repetitiva y juvenil (aunque por lo menos cuatro de estos adjetivos podrían emplearse también para describir los ataques incesantes al pop que todavía se pueden encontrar en periódicos y revistas pijos)”.

Porque las virtudes de las canciones pop (en las que, cuando nos acercamos a ellas, “hay una fase semejante a una especie de perplejidad emocional”) no son, evidentemente, que vayan a ayudar a cambiar nuestra forma de ver el mundo, no es lo que pretenden (casi nunca), algo que no le molesta al escritor inglés, quien siempre agradecerá a los hombres y mujeres que hacen música pop “que hayan creado en mí la necesidad narcótica de escuchar [algunas de] sus canciones una vez y otra. Después de todo, es una necesidad inofensiva, fácil de satisfacer, y de éstas hay bastantes pocas en el mundo”. Sólo necesitas, dice Hornby, “unos cuantos cientos de cosas más como ésta y ya tienes una vida que merece la pena vivir”: se refiere a que en tus listados de grabaciones siempre hay otra canción detrás de una canción que te haya gustado.

Una más sobre gustos: hacerse mayor tiene que ver mucho “con la adquisición de confianza musical, con la capacidad para juzgar por mí mismo”.

Y otra: “considerar una basura los gustos de nuestros hijos es uno de los pocos placeres que nos quedan cuando nos hacemos mayores, redundantes y marginados culturalmente”.

Sobre Led Zeppelin, sobre el rock de guitarras estruendosas, a propósito de la canción Heartbreaker:

“La cultura con la que me rodeo es reflejo de mi personalidad y de las circunstancias de mi vida, que en parte es como debe ser. Durante el aprendizaje de esto, sin embargo, hay cosas que se pierden, también, y una de las cosas que se perdieron –junto con el gusto por, no sé, los dramas de hospital sobre niños enfermos y el cine experimental– fue Jimmy Page. El ruido que hace ya no es lo que yo soy, aunque sigue siendo un ruido que merece escucharse; es también un recordatorio de que intentar crecer con inteligencia tiene un coste”.

Rod Stewart y la música (pop) que nos impacta:

“Si me hubieran impactado tanto como Rod Stewart en aquellos primeros años 70 Elton John o Jethro Tull o Mike Oldfield, todos los cuales competían por lograr mi atención por esa misma época, es posible que actualmente ya no escuchara música. Porque a mí me parece que la gente que sigue con la música pop más tiempo es la que se confía a muy tierna edad a alguien como Stewart, alguien que era él mismo, claramente, un fan”.

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