Arde Madrid y el eterno femenino

Arde Madrid es algo excepcional, es una comedia (porque eso es lo que es, con cierta acidez y algo de realismo, pero comedia) diferente, pero diferente para bien. Para muy bien. Y al acabar de verla he comprendido por qué me resultaban fascinantes todas las interpretaciones de todas las mujeres que aparecen en los 8 capítulos de esta inolvidable serie española de televisión: porque es una obra dedicada a evidenciar la importancia femenina incluso cuando las mujeres eran aquellas personas que bajo el franquismo sufrían la doble sumisión a una dictadura política y a una dictadura machista, la dictadura del machismo imperante desde la noche de los tiempos.

Paco León vuelve a mostrar todo su talento, todo su buen hacer cinematográfico, en esta ocasión interpretando a uno de los principales personajes de la serie, el más destacado de entre los masculinos, dirigiéndola y estando en su origen creativo junto a Anna R. Costa.



Pero son tres actrices las que se alzan magistralmente con la principal autoría, autoría, sí, de esta memorable película de unos 190 minutos de duración, parcelada en ocho capítulos divertidos, inusuales, de una personalidad que comienza ya en cada una de sus ocho cabeceras, un prodigio de arte contemporáneo. Esas tres actrices, inconmensurables, son Inma Cuesta, la verdadera protagonista, la siempre excepcional Anna Castillo, y Fabiana García Lago (que construye una hilarante Isabelita Perón).



Arde Madrid tiene como excusa la irresponsable y disparatada actitud vital madrileña de la estrella cinematográfica estadounidense Ava Gardner (interpretada por la actriz estadounidense Debi Mazar) en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, cuando el franquismo se transformó en más franquismo pero menos (no sé si me explico) e iba camino de morirse con su caudillo invicto, presente en la serie a la manera ominosa en que su presencia en aquellos años españoles se confundió con la indiferencia de quienes se habían acostumbrado a una dictadura y a sus prohibiciones indecentes.

Pero Arde Madrid es mucho más que el desenfreno voluptuoso de la hermosa y gran actriz norteamericana y, sin llegar a ser un fresco del final del primer franquismo (se habla en la serie de que Franco está a punto de sellar el acuerdo con Estados Unidos que le salvaría definitivamente de la ignominia internacional), ni pretenderlo, es sobre todo una comedia desenfadada pero muy consciente de ser lo que es: una admirable reivindicación del corazón y el alma femeninos enfrentados en una cotidianeidad espontánea al por aquel entonces históricamente invencible machismo.

Yo de ti no me la perdería. No has visto nada igual, jamás.

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