Europa es Grecia, Roma y Jerusalén. Fue. Es. No será. No será más Roma, Grecia… ¿Qué queda en Europa, en Occidente, del legado cristiano?
Expulsado
Dios al exilio desde la Ilustración, el cosmos no es más que un organismo, una
máquina, y el ser (solamente) la voluntad de poder.
Muerto
Dios, hoy es la Nada nuestro nuevo ídolo. Somos sombras entre fantasmas, un
instante a punto del desvanecimiento. El resto es silencio. No el de los
poetas, sino el de las criptas.
Pero
sigue siendo “una presunción absurda creer que no hay nada más allá”: tienes
razón, Rafael Narbona; la tenéis tú y tu sensibilidad espiritual que
nunca se disuelve (del todo) en la razón. Según leo estos días en tu
maravilloso libro Maestros de la felicidad.
[…]
Pero esto no
queda aquí…
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Isaack van Ostade: Río helado, con patinaje en pareja (1644) |
Uno de los personajes de la extraordinaria y reciente novela de Ian McEwan Lecciones es Daphne. Me interesa ahora destacar su reflexión sobre el daño infligido por el cristianismo a la cultura occidental (una reflexión que le hace al protagonista mientras ella misma “se está dejando morir”; siento el spoiler):
“Históricamente,
la cristiandad había sido la mano fría e inerte sobre la imaginación europea. Qué
maravilla que hubiera expirado su tiranía. Lo que parecía piedad era una
conformidad forzada en el marco de un estado mental totalitario. Cuestionarlo o
desafiarlo en el siglo XVI habría sido jugarse la vida. Como protestar contra
el realismo socialista en la Unión Soviética de Stalin. No era sólo el progreso
de la ciencia lo que había obstaculizado la cristiandad durante 50 generaciones,
era casi toda la cultura, casi toda la libre expresión e indagación. Soterró
las filosofías de miras amplias de la Antigüedad clásica, durante una era
empujó a miles de mentes brillantes hacia irrelevantes madrigueras de teología
que no hacía sino enturbiarlo todo. Había difundido la denominada Palabra por
medio de una violencia horrorosa y se mantenía gracias a la tortura, a la
persecución y la muerte. ¡Piadoso Jesús, ja! En la totalidad de la experiencia
humana del mundo había infinidad de temas y, sin embargo, en toda Europa, los
grandes museos estaban llenos a rebosar de la misma basura escabrosa. Peor que
la música pop. Era el Festival de Eurovisión en pinturas al óleo y marcos
dorados. Mientras lo decía le asombraba la intensidad de sus sentimientos y el
placer del desfogue. Estaba desbarrando, explotando, por otra cosa. Qué alivio
era, dijo cuando empezaba a calmarse, ver la representación de un interior
burgués, una hogaza de pan sobre una tabla junto a un cuchillo, una pareja
patinando de la mano en un canal helado intentando aprovechar un momento de
diversión mientras el puto cura no miraba. ¡Gracias a Dios por los
holandeses!”
Este texto pertenece a mi artículo ‘¿Es una presunción absurda creer que no hay nada más allá?’, publicado el 10 de marzo de 2024 en Cualia, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
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