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¿Es una película monumental The brutalist?


La película The brutalist resulta impresionante, aunque todavía, ahora que escribo sobre ella pocas horas después de disfrutarla/sufrirla/soportarla, no sé bien por qué. No obstante, lo primero que puedo decir de ella es que solamente es cine. Nada más. Solamente cine. No intentes aprender arquitectura, historia del siglo XX o moral/ética viéndola. Bastante es con que tenga las inevitables y evidentes pretensiones artísticas que muestra o pretende mostrar.

El tercer largometraje del estadounidense Brady Corbet (que no solamente lo dirige, sino que además lo escribe en esta ocasión con Mona Fastvold), estrenado en 2024, dura mucho tiempo: algo más de tres horas y media. Por tener tiene hasta su propio descanso (una pretenciosa detención de sus secuencias que dura casi un minuto).

Protagonizada por un excelente Adrien Brody (ganador del Oscar al Mejor actor por ello, aunque, si bien se mira, no sé exactamente cómo es la persona a la que interpreta, aunque quizás eso no sea asunto de un actor), acompañado por entre otros Felicity Jones, un sorprendente Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy o Stacy Martin, la música fue obra de Daniel Blumberg (también se llevó el Oscar aquel año) y la fotografía de Lol Crawley (el tercer Oscar del filme fue para él).

Magníficamente recibida por la crítica cinematográfica, yo me quedo sin embargo con esta frase de Stephanie Zacharek en Time:

 

“Da la sensación de que tiene prisa por terminar y, para entonces, puede que tu paciencia también se esté agotando”.

 


Pero lo habitual fue leer sobre The brutalist cosas como que es “una obra maestra de dimensiones colosales” en la que a la sorpresa inicial se une pronto la hondura, la emoción, el desgarro y la simple belleza, y también el vértigo” (Luis Martínez en El Mundo); “su ambición narrativa, su coherencia y los temas abordados levantan toda una catedral cinematográfica” (Tommaso Koch en El País); es “extraordinaria” y resulta “imposible resumir las fecundas ideas que lanza esta película-río” que “es admirable incluso en sus derrapes porque pertenecen a una clase de cine que prefiere equivocarse a cerrar la boca” (Sergi Sánchez en La Razón)…

A Carlos Boyero le leí que The brutalist “es extraña por dentro y por fuera, misteriosa, imprevisible”, totalmente de acuerdo, también que es “muy atractiva”, no sé yo.

Mira, sí que admito eso de que es “cine monumental”, como recogiera Nando Salvá en El Periódico. Pero tanto como para que monumental equivalga a grandioso, espectacular… Eso ya no lo veo tan claro.

Corbet, por cierto, le dedicó The brutalist al músico Scott Walker, muerto en 2019, que había sido quien compuso e interpretó la música que sonaba en sus otras dos películas.

Y para acabar… El brutalismo, la arquitectura brutalista es un estilo que realmente existió en el siglo XX. Búscalo en Google. Lo que no me queda tan claro es que quienes admiran ese estilo arquitectónico se sientan satisfechos con lo que, sin nombrarlo, trata sobre él la película. Aunque no olvidemos que, si quieres saber sobre algo, ir al cine (o verlo en casa) no es nunca la mejor opción. El cine, el cine de ficción es otra cosa.

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