Mi padre era jurista. Me inculcó la costumbre de evitar las inculpaciones irreflexivas o, si lo prefieren, el hábito de creer que, como en las películas, es posible distinguir con facilidad a los buenos y a los malos.
El problema llega cuando, tras documentar y contextualizar adecuadamente un problema, concluyes con absoluta claridad en que hay un bando agresor y otro agredido. No digo que los ciudadanos de Israel sean sanguinarios y los palestinos entrañables. Lo que yo digo es que el comportamiento de Israel desde hace mucho con el pueblo palestino corresponde al de un Estado criminal. Lo es como lo fue la República Sudafricana, que institucionalizó prácticas contrarias a los derechos humanos a través del apartheid. Cuando se confunde recuperar secuestrados y eliminar terroristas con matar a miles y miles de inocentes, el derecho a la defensa proclamado por Israel a raíz de los brutales ataques de Hamás se debe identificar sin ambages como terrorismo de estado y crímenes de guerra.
No hay equidistancia
posible. Lo siento por los tibios, pero estamos ante un
genocidio y quienes respaldan las políticas de Netanyahu son cómplices. Son
asesinos de masas quienes bombardean colegios y hospitales y han causado ya
cincuenta mil muertos, y es heroica la resistencia de los palestinos que luchan
desesperadamente por salvar a sus familias y los ciudadanos de Israel que
tienen el coraje de cuestionar públicamente las atrocidades de su gobierno.
No entraré en la cuestión del
sionismo o si debió o no tolerarse la fundación de Israel. Es tarde. La paz
solo puede trabajarse desde la asunción de que en el territorio habrán de vivir
tanto israelís como palestinos, ya veremos bajo qué prerrogativas, pero siempre
bajo los criterios aceptados desde más de medio siglo por Naciones Unidas.
Tampoco me preocuparé más de lo
debido por el edípico conflicto europeo con la supuesta culpabilidad,
especialmente de Alemania, respecto al sufrimiento histórico de los judíos de
Europa.
Pero sí, lo he de decir, creo que
Israel reproduce la conducta criminal del antiguo enemigo, como el torturado
que aprende de su torturador. Fue cosa de nazis considerar “enemiga” y
“merecedora de exterminio” a una colectividad cuyo pecado es existir. No es
posible, creen, reformar al pueblo contaminado, pues lleva el Mal en la sangre,
ergo todo está permitido contra él, sin distinción entre adultos y niños, pues
el palestino que nace es un futuro terrorista. Netanyahu y sus seguidores
llaman “animales” a los palestinos. Es la lógica que se aplicó en los campos
del horror, que empezaba por deshumanizar al prisionero. Parece que la
culpabilidad europea se limpia dejando a los israelís que hagan con otros lo
que les hicieron a ellos.
¿Y los medios? ¿Se preguntan a la
hora de establecer la relevancia informativa si valen más los muertos de Israel
que los de Palestina? Fue atroz lo que hizo Hamás, pero esta no es una lucha
contra Hamás, sino contra los palestinos, apoyen o no las acciones de ese
grupo. Y sí, seguro que hay muchos palestinos desesperados que han entendido
que solo es posible afrontar la matanza cotidiana, la que se viene practicando
con mayor o menor despliegue bélico desde hace décadas, con grupos de
resistencia armada financiados desde el extranjero.
¿Terroristas? Desde luego, pero
conviene ser cuidadoso, porque hay bandas terroristas y Estados terroristas.
Cuando personajes como Vargas Llosa nos recuerdan a menudo que Israel es la
única democracia de Oriente Medio parece que olvidamos que un Estado asesino
siempre es una tiranía.
“Todos los Estados han practicado el
terrorismo, incluyendo al español”, podrían contestarme. De acuerdo, pero un
matiz: cuando Eta mataba nunca el Gobierno de España optó por bombardear Bilbao
y asesinar así a miles de supuestos escudos humanos tras los que se esconden
los terroristas. “Es otra circunstancia, los israelíes se defienden”. Sí, soy
acosado, claro, por eso me convierto en un psicópata asesino de masas… Es una
explicación digna de un Hitler o un Stalin. Israel se defiende, sí, pero
¿concedemos a los palestinos la posibilidad de defenderse de un virtuoso de la
matanza como el ejército de Israel?
Dejémonos ya de ingenuidades y de
prestar oídos a los hipócritas, empezando por el Gobierno del señor Biden, que
se ha cubierto de gloria con este asunto. El objetivo de los ultras israelís es
el Gran Israel, lo cual implica la asfixia de Gaza y la anexión de Cisjordania.
La alternativa no es exigir la desaparición del Estado judío, pero tan inmoral
es ese planteamiento como el que impide a los palestinos convertirse también en
Estado. No es Hamás con toda su radicalidad lo que teme Netanyahu, es la
legalidad internacional que no se le aplica y que exige los dos Estados lo que
de verdad le preocupa. Por eso, y porque tiene terror a la oposición interna,
necesita apoyarse en los radicales del otro lado. Hamás es la excusa para una
limpieza étnica.
Por eso es tan importante que los
planes de Netanyahu fracasen. Por eso hay que censurar la política
norteamericana. Por eso hay que exigir a Europa que recupere el pulso moral que
le impulsó a crear los derechos humanos.
¿Antisemitismo? Me da mucha risa esta acusación. Últimamente, por lo que veo no solo en Israel sino en las ciudades de Occidente, se me ocurre si los nuevos judíos del mundo son los árabes. Hay que hacérselo mirar.
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