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La música existe para recordar que no estás solo: Reyes vagabundos


El escritor irlandés Joseph O'Connor publicó en el año 2014 su sensacional novela The thrill of it all, traducida nueve años después excelentemente al español por Isabel Márquez Méndez con el título de Reyes vagabundos.

El nombre original de la novela (en español, La emoción de todo ello) hace referencia a la canción The thrill of it all del grupo británico Roxy Music, compuesta por Bryan Ferry, incluida en su álbum de 1974 Country life y mencionada en el libro de O’Connor de una manera significativa.


Comienza Reyes vagabundos —que es una novela escrita como si fueran las memorias de un músico de rock de la década de 1980, Robbie Goulding (“había una infelicidad anidada en mi corazón que me empujaba hacia la música”), salpicadas de entrevistas a sus compañeros de banda musical— con una cita falsa que recoge unas declaraciones de otro miembro de aquel grupo británico, el singularísimo y genialoide Fran Mulvey (que cree que la música existe “para recordar que no estás solo”). No puedo evitar reproducir esa cita antológica, una maravilla que encierra gran parte del enorme atractivo pop de esta novela magnífica:

 

“Lo que yo creo es que, en realidad, el arte tiene una sola función: que te des cuenta de que te ha tocado en suerte una vida. Picasso, los grandes escritores, los poetas, los músicos… Si después de escuchar a los Beatles tocando She loves you no te alegras un poco de estar vivo, es que tienes un contestador automático por corazón”.

 


Hay mucho de venderle el alma al rocanrol en esta novela. Mucho. Horses, de Patti Smith, es el disco “que hizo despegar mis sueños”, nos dice pronto el protagonista/narrador. Patti Smith, que volverá a aparecer en carne y hueso más tarde en esta novela militante.

 

“Cantar es una patria. El único país que he tenido nunca. Donde he estado a salvo, donde importaba lo que yo pensaba”.

 

Aunque Robbie Goulding habla de canciones, cuanta razón tiene sobre lo que significa escribir. Porque, efectivamente, “la parte más difícil de escribir es saber qué escribir”. Y O’Connor lo tiene muy claro, escribe sobre convertir el accidente en decisión, sobre la manera en que intentamos establecer un acuerdo con el pasado, sobre el descubrimiento de que la inocencia puede ser una forma de inteligencia, sobre la supremacía de la música ante las demás artes, especialmente sobre la poesía (cuán a favor estoy yo de esa consideración). ¡Ah, por cierto! Siendo como es un homenaje mayúsculo a la música de mi generación, esta novela es un desgarrador y hermoso canto a la amistad, pero sobre todo a los músicos. Porque la música consiste tan solamente en “músicos haciendo un sonido y negándose a explicarlo”.

 

          “Por tres minutos de Emmylou Harris, te cambio a casi todo Lord Byron”.

You send me de Sam Cooke es lo único que hay que conocer, mejor que la Capilla Sixtina o las leyes de la física de Newton, que Darwin o la Gran Muralla china. ¿Einstein? Los cojones. A mí dame a Sly and the Family Stone”.

 


Vuelvo a estar muy de acuerdo con lo que O’Connor nos cuenta sobre la música (pop). En Reyes vagabundos podemos leerle a Goulding/O’Connor que “hay muchas bandas ahora con más talento que el pack completo de los supuestos grandes […] ¿El punk rebosaba energía? Dentro de tu cabeza”.

 

“Si amas la música, sabes de lo que hablo. La gente dice que es una forma de recordar, pero eso ni se acerca: es un billete de vuelta derechito al pasado”.

 

Debería haber leído esta novela cuando escribí mi libro sobre la música (pop).

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