Tintín y la historia real (tercera entrega); por Ángel Rodríguez Cardona

Viene de Tintín y la historia real (segunda entrega)

Como dijimos en la entrega anterior, hemos alcanzado la época dorada de las aventuras de Tintín. En ella se publica el resto de álbumes dobles, lo que precisa de argumentos complejos muy bien elaborados y con mucha acción para mantener la atención del lector durante tantas páginas.


Estamos en 1944, y el final de la Segunda Guerra Mundial va a alcanzar de lleno a Hergé, que no advierte que su labor como dibujante pueda ser considerada como traición a la patria, ni las consecuencias que de ello se puedan derivar.

 

Las 7 bolas de cristal y El templo del Sol


La publicación de Las 7 bolas de cristal se hace, como es habitual, serializándola a través de las páginas del diario Le Soir, a finales de 1943. La historia bebe de la llamada por la prensa maldición de Tutankamon, que como consecuencia del descubrimiento de su tumba en 1922 propició la muerte de algunos de los egiptólogos que la profanaron. Ya estaba presente esta idea en Los cigarros del faraón, y es ahora cuando la desarrolla en su plenitud.

La narración comienza con el retorno de la expedición Sanders-Hardmuth que han culminado sus dos años de exploración por Bolivia y Perú con el hallazgo de la momia del inca Rascar Capac. La situación se complica rápidamente por la maldición grabada en las paredes de la tumba del inca que augura “seguirá los pasos de los profanadores y les alcanzará más allá de los mares y los montes”. A partir de aquí se desarrolla el argumento con la caída, uno a uno, de los 7 etnólogos en un profundo sueño letárgico consecuencia de inhalar la sustancia contenida en las correspondientes 7 bolas de cristal que estallan a su lado, que despiertan una sola vez al día para entrar en un trance de alucinaciones terroríficas.

El último de los sabios, guardián de la momia, y figura más importante del relato es el profesor Hipólito Bergamotte, personaje inspirado en Jean Capart (1877-1947), egiptólogo belga de renombre, de cuyo apellido se sirve Hergé para bautizar al inca jugando con su acrónimo y el nombre habitual de los soberanos de aquel imperio: Capac. Incluso la mansión de Bergamotte se inspira en una casa en las afueras de Boitsfort (Bruselas), cerca de donde vivía su colaborador Edgar-Pierre Jacobs, confiscada y… ¡¡ocupada por las SS!!

La propia figura de la momia de Rascar Capac también fue tomada de una auténtica de la cultura Paracas —que prosperó en la península del mismo nombre (provincia de Pisco, Perú) entre el 700 a.C y el 200 a.C. —, conservada en el Museo de Arte e Historia de Bruselas.

La bola de fuego que volatiliza la momia es un fenómeno real, aunque poco corriente. Se trata del rayo globular o centella que se produce en las tormentas eléctricas cuando tienen lugar descargas de este tipo, que pueden flotar o deslizarse en el aire tomando una forma esferoidal. Son rojas o amarillas, y se suelen desvanecer con una explosión, tal y como sucede en el álbum al toparse con la momia.

Pero, tras abandonar Tintín el hospital donde los siete sabios sufren su castigo en forma de crisis alucinante, Hergé también debe dejar ahí sus dibujos, pues la guerra termina y la liberación de Bruselas el 3 de septiembre de 1944 provoca el cierre del diario Le Soir y la despedida de todos sus empleados. La Alta Comandancia aliada prohíbe ejercer su profesión a todo el que hubiera trabajado en un periódico durante la ocupación. En esos tiempos Hergé fue detenido hasta cuatro veces y llegó a pasar un día encarcelado.

Fueron dos años injustos de ostracismo, pues el alter-ego de Hergé siempre demostró actitudes antifascistas y altruistas en muchos de sus álbumes, el más crítico de ellos con los regímenes dictatoriales, como vimos en la anterior entrega: El cetro de Ottokar.

Hergé empleó este tiempo en colorear sus antiguos álbumes para posterior edición; todos, excepto Tintín en el país de los Soviets, que prefería olvidar.

En septiembre de 1946, finalizada ya la Segunda Guerra Mundial por completo un año antes, se lanza la revista Tintín bajo el patrocinio de su amigo y miembro de la Resistencia, Raymond Leblanc (1915-2008), y su editorial Le Lombard, y allí Hergé retoma su obra y continúa con la aventura incompleta de la trama inca.

La primera parte concluye con el rapto del profesor Tornasol y su búsqueda incesante a cargo de sus amigos Tintín y Haddock, que les llevará a desplazarse hasta el nuevo mundo, concretamente a Perú.

El nuevo álbum, bautizado como El templo del Sol, se publica entre 1946 y 1948, a partir de la información encontrada en el libro de Charles WiernerPerou et Bolivie (1880), que era el resultado de una expedición realizada por el autor, y que contaba con numerosos croquis de frisos, vestidos, estatuillas, cerámicas, etc. que le valieron para recrear las imágenes de la aventura.

El libro de Gaston Leroux L’epouse du Soleil (1912), una historia de incas, venganzas y maleficios también sirvió de inspiración a Hergé para el argumento del álbum.


Quizás sea 
la historia más trepidante hasta la fecha: la incursión clandestina en un barco fondeado en puerto y declarado en cuarentena por la peste, la escapada milagrosa de un vagón de tren desenganchado que se apresura vertiginosamente al precipicio, el trekking de alta montaña con peleas en desfiladeros imponentes, el asalto furtivo de un cóndor con el vuelo inesperado de Tintín bajo sus garras, las avalanchas de nieve, los diversos encuentros con animales salvajes, el accidentado paso por la cascada que desemboca en la entrada secreta a una tumba inca y… al interior del templo del Sol. Todos ellos, son episodios llenos de dinamismo, suspense y energía desbocada.

Y ya el trasunto se encamina a su desenlace, los dibujos del interior del templo, de Huaco —gran sacerdote del Sol—, la danza de la serpiente, el cortejo de jóvenes vírgenes… los toma Hergé de un número especial de 1938 de la revista National Geographic dedicada a la cultura inca.

Los incas adoraban al Sol, su emperador era considerado hijo del Sol, el oro que empleaban en sus adornos tenía valor por ser la representación del dorado solar, y su desaparición era un infausto suceso. Es la estratagema que utiliza Tintín para liberarse de sus captores: el anuncio de un eclipse de Sol a modo de maldición. Lo invoca y desencadena el pánico entre ellos. Aunque queda muy oportuno y ocurrente en la narración, no deja de ser una boutade por parte de Hergé, ya que como todos conocemos, los incas eran un pueblo estudioso del firmamento y conocían sobradamente los sucesos astronómicos que en él se desarrollan.

 

Tintín en el país del oro negro


El parangón de la revisión
. Eso es el álbum Tintín en el país del oro negro. Hergé comienza su publicación en 1939, pero la caída de Bruselas en manos de los nazis le obliga a interrumpir la historia, en la que no salía muy bien parado el régimen alemán, decidiendo retomarla al acabar El templo del Sol, allá por 1948. Ahora debe incluir personajes que no estaban presentes en 1939, como el capitán Haddock Tornasol, lo que le obliga a redibujar una parte de la narración. Pero, en 1971, debe readaptar de nuevo el ejemplar puesto que en el libro se reflejaba una Palestina ocupada por los británicos y unos grupos terroristas judíos, algo que en esa aquellos años setenta hubo de modernizarse.

La aventura nos relata en su versión original un complot alemán para sabotear las reservas petrolíferas del enemigo y así paralizar su aparato militar, mientras que en la versión moderna son las compañías petrolíferas las que con sus rivalidades pugnan por el oro negro.

Es curioso comparar ambas versiones, la de 1948 y 1971, particularmente en algunas viñetas muy representativas, como las que dibujan la llegada de Tintín al puerto de Haifa, situado en la Palestina bajo mandato británico desde la finalización de la Primera Guerra Mundial, donde es detenido por soldados ingleses. Es secuestrado por un comando del Irgún (organización armada judía) que le confunde con otra persona, comando que a su vez es interceptado por guerrilleros palestinos a las órdenes de Bab el-Ehr. En la versión moderna son policías árabes a los que los partisanos de Bab-el-Ehr arrebatan a nuestro héroe.

Como en anteriores ocasiones, Hergé se permite incluir palabras derivadas del marolles (dialecto bruselense) por ejemplo: Bab-el-Ehr proviene de babeleer, que significa ‘charlatán’ y el consejero militar del emir Youssouf Ben Moulfrid saca su nombre del plato más popular bruselense, moules et frites.

El libro de Antoine ZischkaIbn Seoud. Roi de l’ Arabie (1934), permite a Hergé documentarse sobre los acontecimientos árabes del momento, e inspira la figura del emir Ben Kalish Ezab. Sus fotografías muestran el parecido de ambos. El rey Faisal II que con cuatro años se convirtió en rey de Irak en 1939, sirve de modelo fotográfico, hasta en los más mínimos detalles, para el personaje del hijo del emir, Abdallah, nombre que con seguridad toma del tío del rey, Abd al-Ilāh.

Por último, sirva para constatar la influencia de la realidad en sus historias que Hergé siga la estela del acuerdo firmado en 1932 por el rey Saud, fundador de la dinastía Saudí y del reino árabe que lleva su nombre, con la compañía británica Standard Oil para la explotación del crudo: así el emir Ben Kalish Ezab hace lo propio con la empresa Arabex en el álbum.

 

Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna


A mediados del siglo XX estamos ante el apogeo de la obra tintinesca, y Hergé da un paso adelante al convertirse en un colosal visionario. Hay que recordar que Objetivo: la Luna fue publicado siete años antes del lanzamiento del Sputnik, el primer satélite artificial, y casi veinte años antes del primer alunizaje tripulado. Y aun así, con su excelente y completa documentación diseñó la que que quizás sea la aventura más rigurosa de todas las de Tintín.

Comenzó a publicarse en la revista Tintín en 1950, concluyendo toda la trama a finales del 1954.

El argumento es sencillo aunque, como siempre, mezclado con un componente de suspense e incertidumbre. Es el profesor Tornasol quien trabajando en Syldavia está dirigiendo la construcción de un cohete que les transporte a la Luna. Son los espías bordurios los que intentan robar los planos del cohete con la ayuda de un agente infiltrado en el círculo de confianza de nuestros héroes. Sobreponiéndose a todos los obstáculos, el artefacto despega y no sin superar varias peripecias consigue aterrizar en la Luna. Los paseos lunares y la vuelta a casa son también tremendamente accidentados, conformando el resto de la trama.


En esta aventura, acercarse a la realidad era complicado, sencillamente porque no existía, por lo que había que adelantarse a ella y plasmarla en papel. Para diseñar técnicamente su aventura, Hergé se sirvió de dos especialistas: los profesores 
Bernard Heuvelmans, autor de L’homme parmi les etoiles (1944), y Alexandre Ananoff, autor de L’astronautique (1950). Este último libro conquistó a Hergé. Se interesó por muchas de sus ilustraciones pero sobre todo por una que representaba con detalle la cabina de pilotaje de un astronauta.

En esta ocasión, el autor quiso que se fabricase a escala una maqueta del cohete, que se guarda hoy en día en el Museo de la Fundación Hergé. Este cohete está directamente inspirado en las fotos y dibujos de la última arma destructiva de los nazis, el proyectil V2, puesto a punto por el posteriormente renombrado científico y padre del proyecto Saturno, precursor de los Apolo, Werner von Braun. Incluso se permite en esta ocasión dedicar toda una página de su álbum al diseño detallado del interior del cohete con todas sus dependencias y artilugios.

La grandiosidad del proyecto y su inmediatez llegaron a someter a Hergé a unos niveles de estrés y agotamiento inaguantables, no sólo desapareció durante casi 18 meses sino que contrató a otro artista para que realizase los dibujos tanto del cohete como de los paisajes lunares, Bob de Moor (1925-1992). Como consecuencia de la fatiga constatada del autor, en 1960 crea los Estudios Hergé, a los que además del anterior, se incorporan otros ayudantes con tareas muy concretas sobre los que Hergé actúa como maestro, dibujando los personajes y creando la trama.

De estos estudios, y tomando como referencia los dibujos del pintor, dibujante e ilustrador estadounidense Chesley Bonestell (1888-1986), considerado el padre del arte espacial moderno, surgieron los preciosos y precisos diseños de la topología lunar con sus cráteres, cavernas, valles, y el cielo negro moteado de estrellas. Tintín se adelanta todavía más al futuro al descubrir hielo en uno de esos cráteres. Sí, en 2010, la NASA anunciará que ha descubierto en la Luna más de cuarenta cráteres llenos de hielo.

 

El asunto Tornasol

La Guerra Fría entra en escena y Tintín no puede ser indiferente a ella. El asunto Tornasol se publica entre finales del 1954 y comienzos de 1956. Narra la rivalidad de los países imaginarios Syldavia y Borduria (conocidos desde El cetro de Ottokar), representativos del capitalismo y del comunismo, respectivamente. Este antagonismo desencadena el rapto del profesor Tornasol cuyas investigaciones sobre las consecuencias destructivas de los ultrasonidos pueden dar una decisiva ventaja militar a quien las posea. Precisamente, Tornasol pasa de unos raptores a otros a lo largo de la aventura, y son Tintín y el capitán Haddock los que pugnan por liberarle, cosa que tras muchas peripecias consiguen al final.
En este cómic Hergé alcanza el cénit de su técnica. Su clave es el realismo cinematográfico. Tanto es así que el artista se desplazó en esta ocasión a Ginebra —donde se desarrolla parte de la historia— con una cámara y un bloc de croquis: la torre de control y edificios del aeropuerto, los autobuses de la Swissair, el hotel Cornavin, etc. son fiel reflejo de la realidad. Incluso la carretera a Nyon, donde el auto de Tintín cae al lago, fue recorrida por Hergé buscando el lugar exacto, cerca de Ginebra, donde pudiera ocurrir ese accidente.


La estancia de nuestros héroes en 
Szohôd, la capital de Borduria, es asimismo fiel reflejo de cualquiera de las capitales de Europa del Este en aquella época, Varsovia, Sofía o Berlín Este.

Los Estudios Hergé le permiten modificar su técnica y realizar el álbum como si estuviera rodando una película, planos generales, primeros planos, interiores detallados y escenas nocturnas cargadas de veracidad.

El origen del asunto del cómic se focaliza en el libro German Research in World War II escrito por el coronel Leslie E. Simon en 1947, centrado en la investigación científica de los nazis en el terreno militar. La reproducción del libro en el álbum es extremadamente fiel al original; la sobrecubierta es del todo exacta, salvo en un detalle: la cruz gamada que se ve sobre el avión en el original desaparece en el álbum. También dibuja una ilustración del mismo representando los proyectores parabólicos de ultrasonidos, origen de El asunto Tornasol.

La parte final de la historia que se desarrolla en territorio Bordurio refleja a la perfección el escenario habitual en los países del bloque comunista de la época: los bigotes de Stalin son del todo inconfundibles, la presencia ineludible de los intérpretes/guardianes que acompañan a Tintín, el uniforme del coronel Sponsz…

Precisamente, la fisonomía del coronel está estrechamente vinculada al hermano del autor: Paul Remi. Militar de carrera y comandante de las fuerzas de ocupación belgas en Bonn, en un principio su semblante inspiró el personaje de nuestro reportero, pero las bromas que tuvo que sufrir —le apodaban Mayor Tintín— le forzaron a cambiar su aspecto eligiendo uno parecido al del actor Eric von Stroheim, situación que aprovechó de nuevo Hergé para plasmar sus rasgos en el personaje del coronel Sponsz, jefe de la policía secreta bordura.

Y, como curiosidad, emulando al maestro Alfred Hitchcock, Hergé aparece de nuevo caricaturizado en el extremo inferior derecho de la viñeta donde se refleja la aglomeración multitudinaria de todo tipo de curiosos a la puerta del castillo de Moulinsart.

 

Hemos concluido la etapa más deslumbrante del artista, y sólo nos queda la última entrega, donde aunque podremos disfrutar con auténticas obras maestras, también vislumbraremos el lento e imparable declive del gran Hergé.

 

Este texto de Ángel Rodríguez Cardona apareció por vez primera publicado el 16 de septiembre de 2015 en la revista Anatomía de la Historia, que yo dirigí.

 

Finaliza en Tintín y la historia real (cuarta entrega)

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