Viene de Tintín y la historia real (primera entrega)
Hemos alcanzado 1937, y las aventuras de nuestro héroe van a entrar en una etapa de consolidación artística, pues Hergé ha experimentado una gran evolución en sus trazos, de un grafismo vacilante en sus primeras entregas en las que sacrificaba todo a favor del movimiento, a la realización de láminas muy conseguidas en las que se recrea en las imágenes o en lo cuidado de los decorados y paisajes… aunque todavía los dibujos son en blanco y negro.
Además, el guion experimenta una complejidad cada vez
mayor, que demuestra la maestría adquirida por el autor en el campo de la narración.
La isla Negra
La casualidad en forma de un intento de asesinato que
sufre nuestro protagonista, le lleva a las costas de Inglaterra, concretamente
al condado de Sussex, donde se encuentra con una banda
internacional de falsificadores de billetes de banco. El desarrollo de la
trama, en la que aparecen por primera vez los policías Hernández y
Fernández, traslada a Tintín al norte de Escocia, donde sus pesquisas
le llevarán a una isla cercana, la isla Negra, en la que
se alcanzará el clímax de la historia. Allí, tras vencer a
un peligroso monstruo, un gorila que al final no resulta ser tan feroz, pondrá
fin a la carrera delictiva de la banda de gángsters estafadores.
La idea de esta aventura la toma Hergé de un artículo
de Antoine Zischka publicado en la revista Le
Caprouillot en 1934 que cuenta la historia del doctor Georg
Bell, escocés nacionalizado alemán, ligado al partido nazi e implicado
en un asunto de falsificación de rublos con objeto de desestabilizar la Unión
Soviética. Parece ser que los alemanes también utilizaron, con poco éxito, este
instrumento de guerra económica para quebrar la Hacienda británica. El
personaje del doctor J. W. Müller está inspirado en
él.
La intriga se desarrolla siguiendo los cánones
clásicos de la novela policíaca: protagonista involucrado casualmente en la
trama es injustamente acusado por las circunstancias, y, mientras es perseguido
por policía y malhechores simultáneamente, debe resolver por sí mismo el
complot para resultar airoso finalmente. Alfred Hitchcock preparó
una situación similar en la adaptación dramática que hizo para la pantalla en
1935 de la novela de John Buchan, 39 escalones (The
39 steps), una historia de espías alemanes en la Gran
Bretaña anterior a 1914.
Hergé incorpora en su álbum uno de los progresos técnicos más recientes: la televisión. Las primeras emisiones públicas de televisión las efectuó la BBC en Inglaterra en 1927; y la CBS y NBC en Estados Unidos en 1930. En Bélgica no empezarían hasta 1953.
Asimismo, las noticias que comenzaron a circular en la
década de los treinta, especialmente la reproducida por el periódico Inverness
Courier el 2 de mayo de 1933 que daba la crónica del avistamiento de
un enorme animal rodando y hundiéndose en la superficie del lago
Ness (profundo lago de agua dulce cerca de la ciudad escocesa de
Inverness), junto con la reciente popularidad del film de Merian C. Cooper y
Ernest B. Schoedsack, King Kong (1933), animaron a
Hergé a introducir este elemento de terror en su libro en la forma del
gorila Ranko, que utilizan los falsificadores para
ahuyentar a lugareños y extraños.
Una curiosidad es que de este álbum se realizaron tres
versiones, la primera de 1938, la edición en color de 1943 y la última,
totalmente redibujada y corregida, de 1965. Precisamente, para realizar todos
estos cambios, Hergé mandó a su ayudante Bob de Moor a
recorrer los mismos parajes que Tintín había transitado 28 años antes. Algunos
de los muchos cambios realizados se pueden observar en los uniformes de
los bobbys ingleses, en los aparatos aéreos que aparecen,
los ferrocarriles y los coches ─en todos estos casos no por falta de precisión
sino por pertenecer a una época distinta─, en los artilugios de los bomberos de
Sussex, e incluso el vagón de tren que desplaza a Tintín, que en la versión
inicial incluía la marca de whisky Johnnie Walker, se ve reemplazada por la
imaginaria Loch Lomond, que luego sería la
habitual del capitán Haddock.
Parece ser que para la localidad escocesa de Kiltoch en
donde se desarrolla la última parte del álbum, Hergé tomó como referencia al
pueblo de Castlebay (Hébridas Exteriores, Escocia), y el modelo para el
castillo Ben More, según diversas fuentes, corresponde al
conocido como Viejo Castillo de la localidad de Isla de Yeu (región
francesa de Países del Loira).
El cetro de
Ottokar
En agosto de 1938 se publicó la primera entrega de la
aventura que inicialmente se llamó Tintín en Syldavia, y
que en su conclusión se rebautizaría como El cetro de Ottokar.
Eran tiempos difíciles para Europa. Precisamente en
ese año 1938 se producía la anexión de Austria y de la región de los Sudetes
(Checoslovaquia) por Alemania. Fue el preludio de la II Guerra
Mundial, y Hergé lo utilizó como leitmotiv de su
nuevo álbum.
La acción de El cetro de Ottokar se
desarrolla en Syldavia, país diseñado por Hergé, con cuya
invención parece que disfrutó bastante, prueba de ello es la inclusión ─poco
habitual en el mundo del cómic─ de un cuadernillo con todo tipo de datos
históricos y enciclopédicos acerca del mismo. Incluso los elementos
lingüísticos del lenguaje syldavo están basados en el marollien,
dialecto bruselense que hablaba su abuela.
Vecino a este país se encuentra Borduria,
nación beligerante que quiere conseguir anexionar a Syldavia siguiendo la misma
propuesta bélica que la Alemania nazi en la historia real.
La situación narrada en el álbum sitúa a Tintín en el
centro de un complot preparado por las autoridades de Borduria para robar el
llamado cetro de Ottokar que legitima al soberano de
Syldavia para gobernar. Después de muchas vicisitudes Tintín logra desbaratar
la trama, y devolver el símbolo al monarca legítimo de la nación syldava.
El gobernante de Borduria de nombre Müsstler es
inequívocamente una mezcla de Mussolini y Hitler cuyas
aviesas intenciones retrata Hergé en el álbum.
En todo caso, Syldavia es un país mezcla de varios
otros: las terminaciones ow de sus ciudades como Klow,
Kropow, etc. nos remiten a Polonia, así como el relato de
la unificación del país syldavo por parte de Muskar I, y
por parte de Mieszko I en el caso polaco; por otra
parte, la dinastía Ottokar bebe de las fuentes históricas de la dinastía
bohemia de Ottokar Przemysl; y, por último, los paisajes y
campesinos albaneses que sirvieron de modelo a
Hergé, al igual que el pelícano de la bandera syldava que se parece muchísimo
al águila negra albanesa.
En cuanto a los soldados de la frontera bordura se les
ve armados con fusiles Mauser, incluso sus cinturones y
cartucheras son los de la Wehrmacht de
Hitler, y los aviones de la pista de aterrizaje son claramente alemanes.
Los uniformes de los guardias de la cámara del tesoro
real de Klow están tomados de los Beefeaters,
guardianes ceremoniales de la Torre de Londres.
Pero un país tan minuciosamente diseñado no estaba destinado al olvido, sino que volverá a aparecer en otros álbumes posteriores, como comentaremos en su momento.
Y ahora dos curiosidades: la primera aparición del
personaje de Bianca Castafiore, el ruiseñor milanés, que
con el tiempo se transformará en una caricatura de la diva María
Callas, y la presencia, en las planchas 38 y 59, del mismo Hergé y de
Edgar Pierre Jacobs, su ayudante.
Para terminar una anécdota: cuando en 1976 se restauró
la sepultura del rey Ottokar II en la catedral de San Vito de Praga, se
descubrió en ella su cetro. La historia le hacía un guiño a Hergé.
El cangrejo de
las pinzas de oro
Corría 1940 y los nazis habían cerrado el semanario Le XXe Siècle. Hergé, de tendencias monárquicas, que había partido a París con su familia, siguió los consejos marcados por el rey Leopoldo III ─que pidió a los belgas volver a sus casas y trabajar por el bien del país─, regresó a Bruselas y buscó refugio en otro periódico, Le Soir, que fue requisado por el invasor para emplearlo como difusor de su propaganda. La decisión de seguir publicando en él, le afectó gravemente al acabar la guerra pues fue tachado de colaboracionista, cosa totalmente opuesta a la actitud intachable y bien demostrada por su alter ego Tintín en todos sus álbumes, de ayuda al débil y oprimido, y su lucha contra el mal y el fascismo.
En esta aventura, Tintín vuelve a su pugna contra
el narcotráfico, de nuevo el opio, como ya ocurriera en
su aventura de Los cigarros del faraón, ahora
camuflado en latas de conserva de cangrejo, transportadas a costas marroquíes
en el carguero Karaboudjan, para el que sirvió de modelo
el buque Glengarry con base en Glasgow. El nombre del
navío parece ser que lo construyó juntando el nombre del lago de la Garganta
Negra del mar Caspio (KARA BOUgaz) y el del país Azerbaiyán en francés
(AzerbaDJAN).
Las vicisitudes políticas hacen que en esta ocasión no
sean los territorios ni cuestiones sociales o la actualidad las que cimenten el
devenir del álbum, sino que se centra en la pura acción y en los personajes:
especialmente destaca aquí la aparición de uno nuevo que ya no abandonará nunca
al protagonista, el capitán Haddock.
Haddock es el polo opuesto de Tintín, mientras éste es
sobrio y reflexivo, el capitán es un marino inglés, que
se presenta como un borracho patético e impulsivo. Fue Germaine,
la primera mujer de Hergé, la que le iluminó el nombre: “el haddock (‘eglefino,
pescado similar al bacalao’) es un pobre pescado inglés”, decía. Al final del
libro, Tintín habrá salvado al capitán de la autodestrucción, lo que conduce al
inicio de su gran amistad.
Para la parte del episodio que se desarrolla en el
Sahara, Hergé se inspiró en la novela de Joseph Peyré L’escadron
blanc (1931), que narra la aventura de un batallón de legionarios
que persiguen a un grupo de saqueadores en el corazón del desierto.
El cangrejo de las pinzas de oro fue el último álbum de Tintín en blanco y negro, a
partir de entonces la editorial Casterman, responsable de
su edición, decidió publicarlos en color, incluida esta renovación para todos
los estampados hasta la fecha.
La estrella
misteriosa
El mundo se vuelve oscuro, lleno de presagios que
auguran un desastre, la atmósfera de pesadilla es casi palpable, llega el
apocalipsis… Estamos en 1941. El argumento de Hergé en La estrella
misteriosa es una elipsis de la situación mundial. La guerra avanzaba
sembrando el caos y las calamidades entre las gentes. Ese sentimiento es el de
los personajes del álbum, que ven cómo un meteorito devastador se
acerca a la Tierra, y en pocos días puede acabar con ella.
Al final, el cataclismo queda sólo en un gran susto, pero la acción, de nuevo la acción, traslada a Tintín, en la segunda parte de la aventura, hacia el Ártico buscando los restos del material extraterrestre caído del cielo, intentando ganar la carrera al buque Peary ─nombre del explorador estadounidense que alegó haber sido el primer en llegar al polo Norte, el 6 de abril de 1909─ apoyado por el gran capital.
La ciencia entra en el
mundo de Tintín. La imagen del observatorio al que llega nuestro personaje para
obtener información sobre los acontecimientos está tomada del Uccle de
Bruselas. Pero, eso es sólo el principio, Tintín describe para Milú la
constelación de la Osa Mayor, el profesor Calys le
habla del espectroscopio y de cómo este instrumento puede observar elementos en
los objetos estelares, e incluso se permite dar su nombre a un nuevo metal
─el calisteno─ descubierto durante el acontecimiento
estelar.
La documentación recogida por Hergé se multiplica: uno
de los barcos que aparecen en el libro Hitler’s Antarctic Base, the
Myth and the Reality parece que sirvió como documento a Hergé
para diseñar el Aurora, el navío de la expedición en la
que navega Tintín hacia el aerolito. Igualmente documentado, el hidroavión de
reconocimiento es un Arado AR 196. El nombre Aurora proviene
del nombre del barco que debía suministrar recursos a Ernest
Shackleton cuando intentaba ser el primero en alcanzar en 1914
el polo Sur.
Una curiosidad: en 1982 la Sociedad Belga
de Astronomía designó con el nombre de Hergé a
un asteroide descubierto en el observatorio Uccle en 1953.
El secreto del
Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo
Con estos álbumes empieza la que llamamos época dorada
del cómic de Tintín. Estamos en 1942, y Hergé decide preparar una
historia en dos libros que desde luego, no será la última en este
formato. Su éxito es total.
La historia, compleja, narra las vicisitudes de
nuestro héroe cuando por casualidad, mientras visita el mercado de
pulgas de Bruselas, decide comprar la
maqueta de un barco que representa un galeón del siglo XVII,
y con ello se ve envuelto en una trama que mezcla anticuarios delincuentes, un
hábil carterista que enreda el asunto y la búsqueda de un tesoro de piratas.
La primera entrega, El secreto del Unicornio, se centra en desentrañar el misterio de los pergaminos escondidos en los mástiles de los tres Unicornios que conducen a la clave del plano del tesoro, y en la saga del caballero Francisco de Hadoque, antepasado del capitán Haddock, que lucha contra el pirata Rackham el Rojo en 1698, bajo el reinado de Luis XIV.
El personaje del ascendiente del capitán Haddock es
imaginario, aunque en realidad existió una saga de marinos, los
Haddock de Leigh-on-Sea, en Essex, que contaron con capitanes y
almirantes que combatieron en las Guerras Anglo-holandesas,
entre los que destaca sir Richard Haddock (1629-1715),
contemporáneo del caballero de Hadoque, que capitaneó el Royal
James ─buque insignia del conde de Sandwich─
en la batalla de Solebay.
La idea del corsario la obtiene Hergé de un artículo
del Dimanche Illustré de noviembre de 1938, en el que
se hablaba de las aventuras erótico-marítimas del capitán pirata Jack
Rackham (1682-1720) y dos de las mujeres pirata más
famosas: Anne Bonny y Mary Read.
El modelo del Unicornio lo obtuvo,
en el Museo de la Marina de París, de los planos
del Brillant, construido en El Havre en 1690 por orden de
Luis XIV.
En El secreto del Unicornio se
incorpora un elemento que será esencial en las aventuras de nuestro héroe,
el castillo de Moulinsart. Se trata de una réplica
del castillo de Cheverny, situado en el valle del Loira,
al que le han desaparecido sus dos pabellones laterales.
La segunda entrega, El tesoro de Rackham
el Rojo, narra la accidentada búsqueda del
tesoro que, tras un ciclo puramente novelístico, trae a Tintín de vuelta al
castillo donde encontrará el objeto de sus exploraciones.
En este álbum hace su primera aparición el profesor
Tornasol, el sabio un poco duro de oído que desde
ahora va a introducir de manera habitual una pincelada científica y gran
cantidad de excéntricos aparatos en futuras tramas. El personaje hace
referencia al físico e inventor suizo Auguste Piccard (1884-1962)
que, en 1932, efectuó el primer vuelo en globo a la estratosfera, en 1953 batió
los records de inmersión con un batiscafo, y que ocupó una cátedra en la
Universidad de Bruselas entre 1922 y 1954. El parecido entre ambos es
extraordinario. El primero de los inventos de Tornasol es un submarino monoplaza
con forma de tiburón que sirve para la búsqueda de los restos del Unicornio,
cuya idea tomó Hergé del batiscafo presentado por el
profesor Piccard en 1937.
El artista ha encontrado su estilo y ha evolucionado
extraordinariamente tras estos doce álbumes. Las aventuras de Tintín ya se
editan en color, los antiguos libros también se colorean, y si es preciso se
modernizan y corrigen. El entusiasmo por las historias de este personaje es más
vivo que nunca, y continuaremos describiendo su relación con la historia real
en la próxima entrega.
[Este texto de Ángel
Rodríguez Cardona apareció por vez primera publicado el 11 de febrero de
2015 en la revista Anatomía de la Historia, que yo dirigí.]
Continúa en Tintín y la historiareal (tercera entrega)
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.