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Tintín y la historia real (… y cuarta entrega)

Viene de Tintín y la historia real (tercera iba).


La última etapa del artista, aunque contiene todavía un par de obras maestras, relata su imparable declive. En esta última entrega repasaremos sus últimos cinco álbumes completos y el que, para nuestro desconsuelo, dejó inacabado.

La frescura y dinamismo, así como la originalidad que respiraban los primeros álbumes y la complejidad de la trama de los siguientes, desaparece poco a poco a la par que Hergé se hastía de su personaje hasta agotarse de la labor de dibujante que tuvo toda su vida.

 

Stock de coque

La historia comienza a publicarse en la revista Tintín en octubre de 1956, y lo primero que nos llama la atención es el curioso título dado por el maestro a su décimo novena historia. Su intención es meter de sopetón al lector en la intriga: cargamento de esclavos negros. Esa es la trama con la que tiene que lidiar nuestro héroe, el tráfico de esclavos en pleno siglo XX.

Parece ser que Hergé leyó un artículo donde se denunciaba la existencia de esta lacra practicada con musulmanes a los que se engañaba con la excusa de llevarlos a La Meca y que luego eran vendidos como esclavos antes de llegar a su destino. En realidad, la historia es como una continuación de la relatada en Tintin en el país del oro negro tanto en lo referente al entorno en el que se desarrolla -Arabia- como en los personajes que vuelven a aparecer en él, el emir Ben Kalish Ezab, su hijo Abdallah, el usurpador Bab el-Ehr, etc.


Aquí Hergé sigue con su intención de documentarse a fondo con los objetos y personajes que pueblan sus álbumes, él mismo se embarca en un carguero -el Reine Astrid– y realiza una travesía entre Amberes y Göteborg para buscar los detalles que luego incorporaría al Ramona, cuya mercancía es la que da título al álbum; sus ayudantes de los Estudios Hergé también colaboran en esta tarea para conseguir que los aviones y vehículos que aparecen sean meticulosamente plasmados de sus originales: el Douglas DC3 de Arabair, un avión comercial de un país árabe destinado al transporte de pasajeros, el De Havilland DH98 “Mosquito”, especializado en ataques a tropas de tierra realizados a baja altura, incluso la pequeña avioneta amarilla que localiza al Ramona corresponde a un modelo real: la Fairchild 24.

Pero aunque Hergé con esta obra pretende reivindicar el carácter no racista de su obra con el arrojo y empeño del héroe en acabar con la ignominia del tráfico esclavista, y su éxito al liberar a los peregrinos musulmanes de origen africano, no se libera de las críticas pues la revista Jeune Afrique denuncia que el lenguaje empleado por los africanos es “de negros”. Tal es así que en la reedición de 1967 Hergé modifica la gramática y la sintaxis de las viñetas en las que aparecen para hacerla más natural. Incluso modifica la carta que le envía su amigo el Emir al principio de la historia, introduciendo un estilo más refinado propio de una persona de su rango. Como curiosidad, podemos indicar la incorporación de las ruinas de Petra (Jordania) como lugar de refugio del Emir.

Por último, en esta historia se puede apreciar el creciente interés de Hergé por el arte a través de los cuadros que incorpora en sus viñetas – el Canal de Loing de Sisley en el castillo de Moulinsart o los de Picasso y Miró que cuelgan en el navío Sheherezade de Rastapópulos-, que desembocará en la creación de su obra póstuma dedicada al tráfico de obras de arte Tintín y el arte Alfa, que comentaremos al final.

 

Tintín en el Tíbet

Este álbum marca el comienzo del final. Es una de las mejores historias de Hergé, pero sería la última de calidad.

Su publicación semanal comenzó en septiembre de 1958 para ser editada como libro en 1960.


Se trata de una obra diferente a todas las anteriores por dos motivos: excepto el capitán Haddock, prácticamente no tienen un papel relevante o ni siquiera aparecen los personajes apodados como la familia de Tintín, y no hay villanos a los que se enfrente nuestro héroe.

Y el blanco. El predominante blanco que aparece en toda la aventura. Por aquella época Hergé pasaba por un momento de desánimo y confusión psicológica provocada por la desaparición del amor en su matrimonio y la atracción que sentía por Fanny Vlaminck, una dibujante en los Estudios Hergé veintiocho años menor que él. Su profunda educación católica le provocó una gran sensación de culpabilidad que derivó en angustiosas y recurrentes pesadillas que el mismo autor describía dominadas por “la belleza y la crueldad del blanco”, y que a punto estuvieron de apartarle de su labor artística.

Pero decidido a enfrentarse al problema, rompió con su esposa Germaine y se casó con la joven artista, lo que le llenó de vitalidad, volvió a dar sentido a su vida y le permitió concluir su aventura por el Tíbet de forma brillante.

La narración es un canto a la amistad. Esa virtud empuja a Tintín a recorrer medio mundo en busca de su amigo Chang -al que conoció hace un par de décadas en su aventura china El loto azul– desaparecido en las montañas tibetanas tras un catastrófico accidente aéreo.

Como es habitual, Hergé se documentó a fondo con los diversos aspectos y situaciones que debía abordar en el libro. La escritora y exploradora franco-belga Alexandra David-Néel (1868-1969) fue una de sus mayores fuentes por medio de sus libros Magic and Mystery in Tibet (1929) e Initiations lamaïques (1930). El campamento instalado por el sherpa Tarkey, los monumentos religiosos del paisaje tibetano, el monasterio, los gorros de los lamas e incluso la ofrenda del pañuelo de seda que el Dalai Lama hace a corazón puro -Tintín- están recogidos de las páginas de sus libros.

Y también la colección del National Geographic Magazine le inspira muchas de las viñetas de las escaladas y las cadenas montañosas.

Por último, la figura del Yeti -del Migu como le señalan allí-, más entrañable que abominable, surge de los documentos de Bernard Heuvelmans (1916-2001), un criptozoólogo amigo de Hergé que describió en el libro Sur la piste des bêtes ignorées (1955) cómo debía ser su hábitat, su forma de vida, el aspecto de sus huellas, etc. Incluso emplea las conversaciones con Maurice Herzog (1919-2012), primer alpinista en subir el Annapurna en la cordillera del Himalaya, para completar su información.

Es el álbum más personal de Hergé -en realidad su favorito- en el que en Tintín afloran sus sentimientos más profundos, reafirmando el valor de la amistad, y a través del cual consiguió emerger con éxito del profundo pozo de desánimo que amenazaba con acabar con él y como consecuencia, con Tintín.

 

Las joyas de la Castafiore


En 1961 empieza a publicarse la primera historia que muestra el declive de Hergé. En realidad su argumento ya lo evidencia, la trama bien podría titularse Tintín se queda en casa, tal y como han indicado muchos aficionados. En este caso no hay viajes ni aventuras, ni malos como tales, sólo situaciones enredadas y un malentendido con tintes xenófobos a cuenta del robo de las dichosas joyas.

Este álbum cuyo argumento parece inspirado en la ópera de Gioacchino Rossini La Gazza Ladra (La urraca ladrona), podríamos definirlo como una vaga intriga policíaca plagada de pistas falsas cuya solución depende de las malas artes de un pajarraco.

Las continuas caídas, tropiezos, resbalones y demás embrollos le aportan a la obra un tinte -inusual- de comedia teatral.

Publicado como libro en 1963, Hergé incorpora todo tipo de situaciones personales y banales que le sucedieron a lo largo de los años en su casa, sus problemas con un marmolista, los líos telefónicos con la carnicería Sanzot, las molestias por la continua intromisión de los paparazzi…

La parte más crítica de la obra se centra en la denuncia que hace el autor sobre los prejuicios de la gente respecto de los gitanos por los que él sentía especial simpatía. Aparecen como solución rápida a la intriga del robo cuando lo único que buscan -como se comprueba- es acampar en paz cerca del terreno del castillo de Moulinsart en su periplo continuo.

En este álbum disfrutamos de los interiores del citado castillo que, como ya indicamos en otra entrega, fue diseñado por Hergé tomando como referencia el de Cheverny en el valle del Loira. De hecho, la imagen de la habitación de la Castafiore bien pudo ser tomada de la llamada Cámara del Rey, que incluye una cama con un dosel cubierto con bordados.

Tal y como ya comprobamos en Objetivo: la Luna, es preciso destacar la anticipación científica del artista, en esta ocasión en relación con la aparición de la televisión en color que con unos cinco años de antelación, y ciertos problemas, nos muestra el profesor Tornasol.

 

Vuelo 714 para Sidney

Habitualmente, todas las aventuras de nuestro héroe se editaban de continuo, pero para leer ésta hubo que esperar cinco años pues se empezó a serializar a finales de 1966 y se publicó como álbum en 1968. Hergé ya daba claras muestras de cansancio, no sólo físico sino también creativo. Durante ese periodo se dedicó a pintar, alimentar su pasión por el arte contemporáneo y aumentar su colección de obras.


Esta aventura se caracteriza por tener más diálogos y menos acción, siguiendo la estela del álbum anterior, y apartándose así de la tónica habitual de las aventuras de Tintín. Sólo en la última parte de la historia volvemos a encontrar estos elementos característicos cuando nuestros protagonistas se adentran en la jungla, exploran cuevas y contactan con una civilización extraterrestre.

La trama gira en torno al secuestro de un millonario empresario del sector aeronáutico, personaje tomado del pionero de la aviación y constructor del caza a reacción MirageMarcel Dessault (1892-1986), también ingeniero, empresario y político. Esta situación arrastra a Tintín y sus amigos a una isla perdida en el océano donde esperan viejos conocidos, el inefable Rastapopoulos y su compinche Allan, en esta ocasión convertidos a lo largo de la aventura en unas pobres caricaturas de los malvados personajes que fueron.

La aparición de unas grutas con pasadizos, flanqueadas por extrañas esculturas, permite a Tintín adentrarse en un entorno esotérico representado por la aparición del científico Mik Ezdanitoff con su antena telepática y sus historias de civilizaciones extraterrestres, personaje que Hergé toma del científico y escritor de origen ucraniano Jacques Bergier (1912-1978) que se especializó en ensayos sobre ciencia y fenómenos ocultos, y que junto al escritor de origen belga Louis Pauwels (1920-1997) alcanzó mucha notoriedad en la década de los sesenta tras la publicación del libro El retorno de los brujos (Le Matin des Magiciens, 1960) dedicado a la alquimia, las civilizaciones desaparecidas, los contactos con extraterrestres, el esoterismo y la parapsicología.

Hergé se vio muy influido por la oleada literaria de lo que se llamó realismo fantástico iniciada con el libro de Pauwels y Bergier, y continuada por muchos otros ente los que destaca el francés Robert Charroux (1909-1978), buscador incansable de los misterios del pasado y uno de los autores más vendidos en Francia en esa época. Su obra El Libro de los Secretos Descubiertos (Le livre des secrets Trahis, 1964) contiene en la portada de la edición francesa la foto que sirvió de referencia a Hergé para dibujar la cabeza de piedra con casco que constituye el elemento central del templo subterráneo a través de la cual escapan Tintín y sus amigos de los perseguidores.

Es curiosa la simetría entre las primeras y las últimas páginas de la historia por la sobreabundancia de diálogos que contienen que, a veces, llegan incluso a velar el impacto visual de las propias viñetas.

 

Tintín y los Pícaros

La imaginación se va acabando y el hastío invade a Hergé. Cada nueva aventura de Tintín es un suplicio. En esta ocasión deja pasar hasta ocho años desde la última, y tarda casi tres en concluirla. Hergé y Tintín están a punto de jubilarse.


Publicado en 1976 con un guión poco brillante y muy criticado por los tintinólogos, Tintín y los Pícaros fue el último de los álbumes de nuestro héroe. Es una historia que ni siquiera Tintín quiere empezar, de hecho al principio decide quedarse en el castillo de Moulinsart mientras sus amigos parten en pos de la aventura.

Otra muestra de la huida de la inspiración es que Hergé repite un escenario, vuelve a América del Sur con el general Alcázar, el general Tapioca, San Theodoros, y los arumbayas que ya fueron protagonistas de uno de sus mejores álbumes, La oreja rota.

En esos años, Hergé se interesó bastante por las revoluciones en América Latina, la cubana de Castro y la guerrilla uruguaya de los Tupamaros le sirvieron para concebir la idea que dio forma a la historia. Y paralelamente, también, la situación de apoyo militar y económico de la antigua Unión Soviética a Cuba, ya que vemos aquí que el régimen totalitario de Borduria hace lo propio con el régimen de San Theodoros.

Parece ser que Hergé se inspiró en la ciudad brasileña de Belo Horizonte construida en la selva amazónica, para las imágenes de Tapiocapolis; y la escultura que aparece en ella está inspirada en las obras de Marcel Arnould (1028-1974), creador de corte impresionista cuyas más significativas obras son esculturas hechas en bronce.

La escena del carnaval que parece inspirarse en el de Río de Janeiro toma sus personajes principales, los Alegres Turlones, de los Gilles de Binche, una especie de payasos que ostentan sus trajes rojos, amarillos y negros, sombreros de plumas de avestruz, zuecos de madera, campanillas y máscaras de cera, mientras recorren la ciudad al compás del tambor durante el carnaval que se celebra cada año desde 1549 en la citada ciudad belga.

Se trata del segundo álbum, tras el anterior, en el que el autor pone todo su empeño en desmitificar a sus personajes, sobre todo a los villanos, haciéndoles parecer una caricatura de sí mismos. Y en el que hace repetir al final a sus protagonistas que ya no buscan más aventuras sino volver cuanto antes a la tranquilidad y la paz de su castillo en Moulinsart.

 

Tintín y el arte-alfa


Y llegó el fin
.

Con el vigésimo cuarto álbum Hergé concluyeron sus 54 años dedicado a dar vida al reportero. El 3 de marzo de 1983, unos meses antes de cumplir 76 años, fallecía el artista. La historia quedó inconclusa, de las 62 planchas que conforman cada uno de los álbumes, sólo llegó a dibujar 42, unas casi a punto de pasarlas a tinta y otras muchas sólo en esbozo a lápiz y bolígrafo con notas aquí y allá.

A pesar de ello el álbum fue publicado en 1986, Fanny Remi, la viuda del autor, decidió que se publicaría inacabado. La edición contenía dos bloques: uno con el recorte gráfico tal como lo dejó Hergé, y el otro con una transcripción de los diálogos similar a la de los textos teatrales. Posteriormente en 2004 se publicó una nueva edición donde se intercalaban los contenidos de ambos libros formando uno solo.

La historia surge del interés que tenía el artista, y que ya hemos comentado antes, por el mundo del arte. Hergé era visitante asiduo de las galerías y coleccionista de arte moderno. Con estos mimbres la trama se desarrolla en torno a la falsificación de obras de arte, incorporando a una secta esotérica implicada en su fabricación y distribución.

Precisamente, el personaje de Henri Fourcart, director de la galería de donde parte la historia, no es otro que su amigo Marcel Stal, comerciante de arte y director de la galería Carrefour en Bruselas. Otro de los personajes de la trama, el gurú y traficante Akass, toma su aspecto y condición del estafador Fernand Logros. E incluso el famoso escultor francés Cesar Baldaccini (1921-1998) célebre, entre otros experimentos, por sus expansiones con plástico, aparece como posible objeto de falsificación al pretender los criminales inmovilizar a Tintín dentro de una escultura con poliuretano para luego de autentificarla, ser vendida a un museo o un coleccionista, de manera que su cuerpo se perpetuaría así para siempre.

La historia no da para más, y queda la pregunta, ¿es lo que pretendía Hergé y finalizar así con las aventuras de Tintín? Es algo que nunca sabremos, obviamente. Cuando Hergé estaba a punto de morir, pidió que su obra nunca fuera retomada por otro dibujante. La Fundación Hergé y la editorial Casterman (propietaria de los derechos en francés de los álbumes de Hergé) se encargan escrupulosamente de que las aventuras de Tintín no sean continuadas de forma extraoficial. En todo caso, Tintín y el arte-alfa ha sido objeto de varias versiones acabadas por otros autores, que junto con otros muchos más álbumes pastiches/parodias forman otra colección de Tintín, pero esta es otra historia…

 

La muerte de Hergé no condujo al progresivo olvido de Tintín, sino que desde entonces su fama y su difusión han aumentado más si cabe. Multitud de autores han elaborado libros que estudian la obra desde diferentes puntos de vista -políticos, geográficos, periodísticos, filosóficos, científicos, esotéricos…, periódicos de prestigio como Le MondeLe PointLa VanguardiaLe Figaro han editado especiales con motivo del centenario del nacimiento de Hergé, del 75 aniversario de Tintín, o simplemente acerca de su implicación en la historia del siglo XX, por no hablar de la cantidad de libros que sobre el propio Hergé se han publicado a lo largo de estos años, algunos incluso en formato de comic.

Actualmente se han multiplicado los fans de Tintín, y sin lugar a dudas podemos decir que la obra de Hergé está tan viva como siempre para lectores de 7 a 77 años, como decía la propaganda de la Editorial Juventud -su editora en España-, aunque este apasionado aficionado que firma los artículos cree que esa barrera no existe en realidad, y Tintín hoy en día es un personaje vivo y universal del que todavía queda mucho por decir y escribir.

 

 

Bibliografía

Jacques Langlois (et al.) (2013). Tintin et les forces obscures. Francia: Sophia publications.

Annick Foucrier (et al.) (2012). Les personnages de Tintin dans l´histoire (Vol. II). Suiza: Le Temps.

François Kersaudy (et al.) (2011). Les personnages de Tintin dans l´histoire (Vol. I). Francia: Le Point.

Michel de Jaeghere (Ed.) (2005). Tintin reporter du siècle. Francia: Le Figaro.

Michael Farr (2002). Tintín. El sueño y la realidad. Barcelona: Zendrera Zariquiey.

Benoît Peeters (1990). Tintin y el mundo de Hergé. Barcelona: Juventud.

 

Este texto de Ángel Rodríguez Cardona apareció por vez primera publicado el 7 de septiembre de 2016 en la revista Anatomía de la Historia, que yo dirigí.

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