La última etapa del artista, aunque contiene todavía un par de obras maestras, relata su imparable declive. En esta última entrega repasaremos sus últimos cinco álbumes completos y el que, para nuestro desconsuelo, dejó inacabado.
La frescura y dinamismo, así como la originalidad que
respiraban los primeros álbumes y la complejidad de la trama de los siguientes,
desaparece poco a poco a la par que Hergé se hastía de su personaje hasta agotarse de la labor de dibujante que tuvo toda su vida.
Stock de coque
Parece ser que Hergé leyó un artículo donde se
denunciaba la existencia de esta lacra practicada con musulmanes a los que se
engañaba con la excusa de llevarlos a La Meca y que luego eran vendidos como
esclavos antes de llegar a su destino. En realidad, la historia es como una
continuación de la relatada en Tintin en el país del oro negro tanto
en lo referente al entorno en el que se desarrolla -Arabia- como en los
personajes que vuelven a aparecer en él, el emir Ben Kalish Ezab, su hijo
Abdallah, el usurpador Bab el-Ehr, etc.
Aquí Hergé sigue con su intención de documentarse a fondo con los objetos y personajes que pueblan sus álbumes, él mismo se embarca en un carguero -el Reine Astrid– y realiza una travesía entre Amberes y Göteborg para buscar los detalles que luego incorporaría al Ramona, cuya mercancía es la que da título al álbum; sus ayudantes de los Estudios Hergé también colaboran en esta tarea para conseguir que los aviones y vehículos que aparecen sean meticulosamente plasmados de sus originales: el Douglas DC3 de Arabair, un avión comercial de un país árabe destinado al transporte de pasajeros, el De Havilland DH98 “Mosquito”, especializado en ataques a tropas de tierra realizados a baja altura, incluso la pequeña avioneta amarilla que localiza al Ramona corresponde a un modelo real: la Fairchild 24.
Pero aunque Hergé con esta obra pretende reivindicar
el carácter no racista de su obra con el arrojo y empeño del héroe en acabar
con la ignominia del tráfico esclavista, y su éxito al liberar a los peregrinos
musulmanes de origen africano, no se libera de las críticas pues la
revista Jeune Afrique denuncia que el lenguaje empleado por
los africanos es “de negros”. Tal es así que en la reedición de 1967 Hergé
modifica la gramática y la sintaxis de las viñetas en las que aparecen para
hacerla más natural. Incluso modifica la carta que le envía su amigo el Emir al
principio de la historia, introduciendo un estilo más refinado propio de una
persona de su rango. Como curiosidad, podemos indicar la incorporación de las
ruinas de Petra (Jordania) como lugar de refugio del Emir.
Por último, en esta historia se puede apreciar el
creciente interés de Hergé por el arte a través de los cuadros que incorpora en
sus viñetas – el Canal de Loing de Sisley en el castillo de
Moulinsart o los de Picasso y Miró que cuelgan en el navío Sheherezade de
Rastapópulos-, que desembocará en la creación de su obra póstuma dedicada al
tráfico de obras de arte Tintín y el arte Alfa, que comentaremos
al final.
Tintín en el
Tíbet
Su publicación semanal comenzó en septiembre de 1958
para ser editada como libro en 1960.
Se trata de una obra diferente a todas las anteriores por dos motivos: excepto el capitán Haddock, prácticamente no tienen un papel relevante o ni siquiera aparecen los personajes apodados como la familia de Tintín, y no hay villanos a los que se enfrente nuestro héroe.
Y el blanco. El predominante blanco que aparece en
toda la aventura. Por aquella época Hergé pasaba por un momento de desánimo y
confusión psicológica provocada por la desaparición del amor en su matrimonio y
la atracción que sentía por Fanny
Vlaminck, una dibujante en los
Estudios Hergé veintiocho años menor que él. Su profunda educación católica le
provocó una gran sensación de culpabilidad que derivó en angustiosas y
recurrentes pesadillas que el mismo autor describía dominadas por “la belleza y
la crueldad del blanco”, y que a punto estuvieron de apartarle de su labor
artística.
Pero decidido a enfrentarse al problema, rompió con su
esposa Germaine y se casó con la joven artista, lo que le llenó de vitalidad,
volvió a dar sentido a su vida y le permitió concluir su aventura por el Tíbet
de forma brillante.
La narración es un canto a la amistad. Esa virtud
empuja a Tintín a recorrer medio mundo en busca de su amigo Chang -al
que conoció hace un par de décadas en su aventura china El loto
azul– desaparecido en las montañas tibetanas tras un catastrófico
accidente aéreo.
Como es habitual, Hergé se documentó a fondo con los
diversos aspectos y situaciones que debía abordar en el libro. La escritora y
exploradora franco-belga Alexandra
David-Néel (1868-1969) fue
una de sus mayores fuentes por medio de sus libros Magic and Mystery
in Tibet (1929) e Initiations lamaïques (1930). El
campamento instalado por el sherpa Tarkey, los monumentos religiosos del
paisaje tibetano, el monasterio, los gorros de los lamas e incluso la ofrenda
del pañuelo de seda que el Dalai
Lama hace a corazón
puro -Tintín- están recogidos de las páginas de sus libros.
Y también la colección del National
Geographic Magazine le inspira muchas de las viñetas de las escaladas
y las cadenas montañosas.
Por último, la figura del Yeti -del Migu como
le señalan allí-, más entrañable que abominable, surge de los documentos
de Bernard Heuvelmans (1916-2001), un criptozoólogo amigo de Hergé que
describió en el libro Sur la piste des bêtes ignorées (1955)
cómo debía ser su hábitat, su forma de vida, el aspecto de sus huellas, etc.
Incluso emplea las conversaciones con Maurice Herzog (1919-2012),
primer alpinista en subir el Annapurna en la cordillera del Himalaya, para completar su
información.
Es el
álbum más personal de Hergé -en
realidad su favorito- en el que en Tintín afloran sus sentimientos más
profundos, reafirmando el valor de la amistad, y a través del cual consiguió
emerger con éxito del profundo pozo de desánimo que amenazaba con acabar con él
y como consecuencia, con Tintín.
Las joyas de la
Castafiore
En 1961 empieza a publicarse la primera historia que muestra el declive de Hergé. En realidad su argumento ya lo evidencia, la trama bien podría titularse Tintín se queda en casa, tal y como han indicado muchos aficionados. En este caso no hay viajes ni aventuras, ni malos como tales, sólo situaciones enredadas y un malentendido con tintes xenófobos a cuenta del robo de las dichosas joyas.
Este álbum cuyo argumento parece inspirado en la ópera
de Gioacchino
Rossini La Gazza
Ladra (La urraca ladrona), podríamos definirlo como una vaga
intriga policíaca plagada de pistas falsas cuya solución depende de las malas
artes de un pajarraco.
Las continuas caídas, tropiezos, resbalones y demás
embrollos le aportan a la obra un tinte -inusual- de comedia teatral.
Publicado como libro en 1963, Hergé incorpora todo
tipo de situaciones personales y banales que le sucedieron a lo largo de los
años en su casa, sus problemas con un marmolista, los líos telefónicos con la
carnicería Sanzot, las molestias por la continua intromisión de los paparazzi…
La parte más crítica de la obra se centra en la
denuncia que hace el autor sobre los prejuicios de la gente respecto de
los gitanos por los que él sentía especial simpatía.
Aparecen como solución rápida a la intriga del robo cuando lo único que buscan
-como se comprueba- es acampar en paz cerca del terreno del castillo de Moulinsart en su periplo continuo.
En este álbum disfrutamos de los interiores del citado
castillo que, como ya indicamos en otra entrega, fue diseñado por Hergé tomando
como referencia el de Cheverny en el valle del Loira. De hecho, la imagen de la
habitación de la Castafiore bien pudo ser tomada de la llamada Cámara
del Rey, que incluye una cama con un dosel cubierto con bordados.
Tal y como ya comprobamos en Objetivo: la
Luna, es preciso destacar la anticipación científica del artista, en
esta ocasión en relación con la aparición de la televisión en color que
con unos cinco años de antelación, y ciertos problemas, nos muestra el profesor
Tornasol.
Vuelo 714 para
Sidney
Esta aventura se caracteriza por tener más diálogos y menos acción, siguiendo la estela del álbum anterior, y apartándose así de la tónica habitual de las aventuras de Tintín. Sólo en la última parte de la historia volvemos a encontrar estos elementos característicos cuando nuestros protagonistas se adentran en la jungla, exploran cuevas y contactan con una civilización extraterrestre.
La trama gira en torno al secuestro de un millonario
empresario del sector aeronáutico, personaje tomado del pionero de la aviación
y constructor del caza a reacción Mirage, Marcel Dessault (1892-1986),
también ingeniero, empresario y político. Esta situación arrastra a Tintín y
sus amigos a una isla perdida en el océano donde esperan viejos conocidos, el
inefable Rastapopoulos y su compinche Allan, en esta
ocasión convertidos a lo largo de la aventura en unas pobres caricaturas de los
malvados personajes que fueron.
La aparición de unas grutas con pasadizos, flanqueadas
por extrañas esculturas, permite a Tintín adentrarse en un entorno esotérico
representado por la aparición del científico Mik Ezdanitoff con
su antena telepática y sus historias de civilizaciones extraterrestres,
personaje que Hergé toma del científico y escritor de origen ucraniano Jacques Bergier (1912-1978)
que se especializó en ensayos sobre ciencia y fenómenos ocultos, y que junto al
escritor de origen belga Louis
Pauwels (1920-1997) alcanzó
mucha notoriedad en la década de los sesenta tras la publicación del
libro El retorno de los brujos (Le Matin
des Magiciens, 1960) dedicado a la alquimia, las civilizaciones
desaparecidas, los contactos con extraterrestres, el esoterismo y la
parapsicología.
Hergé se vio muy influido por la oleada literaria de
lo que se llamó realismo fantástico iniciada con el libro de Pauwels y Bergier, y
continuada por muchos otros ente los que destaca el francés Robert Charroux (1909-1978),
buscador incansable de los misterios del pasado y uno de los autores más
vendidos en Francia en esa época. Su obra El Libro de los Secretos
Descubiertos (Le livre des secrets Trahis, 1964)
contiene en la portada de la edición francesa la foto que sirvió de referencia
a Hergé para dibujar la cabeza de piedra con casco que constituye el elemento
central del templo subterráneo a través de la cual escapan Tintín y sus amigos
de los perseguidores.
Es curiosa la simetría entre las primeras y las
últimas páginas de la historia por la sobreabundancia de diálogos que contienen
que, a veces, llegan incluso a velar el impacto visual de las propias viñetas.
Tintín y los
Pícaros
Publicado en 1976 con un guión poco brillante y muy criticado por los tintinólogos, Tintín y los Pícaros fue el último de los álbumes de nuestro héroe. Es una historia que ni siquiera Tintín quiere empezar, de hecho al principio decide quedarse en el castillo de Moulinsart mientras sus amigos parten en pos de la aventura.
Otra muestra de la huida de la inspiración es que
Hergé repite un escenario, vuelve a América del Sur con el general
Alcázar, el general Tapioca, San Theodoros, y los arumbayas que ya fueron
protagonistas de uno de sus mejores álbumes, La oreja rota.
En esos años, Hergé se interesó bastante por las
revoluciones en América Latina, la cubana de Castro y la guerrilla uruguaya de
los Tupamaros le sirvieron para concebir la idea que dio forma a la historia. Y
paralelamente, también, la situación de apoyo militar y económico de la antigua
Unión Soviética a Cuba, ya que vemos aquí que el régimen totalitario de
Borduria hace lo propio con el régimen de San Theodoros.
Parece ser que Hergé se inspiró en la ciudad brasileña
de Belo Horizonte construida en la selva amazónica, para las
imágenes de Tapiocapolis; y la escultura que aparece en ella está inspirada en
las obras de Marcel Arnould (1028-1974), creador de corte impresionista
cuyas más significativas obras son esculturas hechas en bronce.
La escena del carnaval que parece inspirarse en el de
Río de Janeiro toma sus personajes principales, los Alegres Turlones,
de los Gilles de
Binche, una especie de payasos
que ostentan sus trajes rojos, amarillos y negros, sombreros de plumas de
avestruz, zuecos de madera, campanillas y máscaras de cera, mientras recorren
la ciudad al compás del tambor durante el carnaval que se celebra cada año
desde 1549 en la citada ciudad belga.
Se trata del segundo álbum, tras el anterior, en el
que el autor pone todo su empeño en desmitificar
a sus personajes, sobre todo a
los villanos, haciéndoles parecer una caricatura de sí mismos. Y en el que hace
repetir al final a sus protagonistas que ya no buscan más aventuras sino volver
cuanto antes a la tranquilidad y la paz de su castillo en Moulinsart.
Tintín y el
arte-alfa
Y llegó el fin.
Con el vigésimo cuarto álbum Hergé concluyeron sus 54
años dedicado a dar vida al reportero. El 3 de marzo de 1983, unos meses antes
de cumplir 76 años, fallecía el artista. La historia quedó inconclusa,
de las 62 planchas que conforman cada uno de los álbumes, sólo llegó a dibujar
42, unas casi a punto de pasarlas a tinta y otras muchas sólo en esbozo a lápiz
y bolígrafo con notas aquí y allá.
A pesar de ello el álbum fue publicado en 1986, Fanny Remi, la
viuda del autor, decidió que se publicaría inacabado. La edición contenía dos
bloques: uno con el recorte gráfico tal como lo dejó Hergé, y el otro con una
transcripción de los diálogos similar a la de los textos teatrales.
Posteriormente en 2004 se publicó una nueva edición donde se intercalaban los
contenidos de ambos libros formando uno solo.
La historia surge del interés que tenía el artista, y
que ya hemos comentado antes, por el
mundo del arte. Hergé era
visitante asiduo de las galerías y coleccionista de arte moderno. Con estos
mimbres la trama se desarrolla en torno a la falsificación de obras de arte,
incorporando a una secta esotérica implicada en su fabricación y distribución.
Precisamente, el personaje de Henri Fourcart,
director de la galería de donde parte la historia, no es otro que su
amigo Marcel Stal, comerciante de arte y director de la galería
Carrefour en Bruselas. Otro de los personajes de la trama, el gurú y
traficante Akass, toma su aspecto y condición del estafador Fernand Logros. E
incluso el famoso escultor francés Cesar
Baldaccini (1921-1998)
célebre, entre otros experimentos, por sus expansiones con
plástico, aparece como posible objeto de falsificación al pretender los
criminales inmovilizar a Tintín dentro de una escultura con poliuretano para
luego de autentificarla, ser vendida a un museo o un coleccionista, de manera
que su cuerpo se perpetuaría así para siempre.
La historia no da para más, y queda la pregunta, ¿es lo que pretendía Hergé y finalizar así con las aventuras de
Tintín? Es algo que nunca
sabremos, obviamente. Cuando Hergé estaba a punto de morir, pidió que su obra
nunca fuera retomada por otro dibujante. La Fundación Hergé y
la editorial Casterman (propietaria de los derechos en francés de los
álbumes de Hergé) se encargan escrupulosamente de que las aventuras de Tintín
no sean continuadas de forma extraoficial. En todo caso, Tintín y el
arte-alfa ha sido objeto de varias versiones acabadas por otros
autores, que junto con otros muchos más álbumes pastiches/parodias forman otra
colección de Tintín, pero esta es otra historia…
La muerte de Hergé no condujo al progresivo olvido de
Tintín, sino que desde entonces su fama y su difusión han aumentado más si
cabe. Multitud de autores han elaborado libros que estudian la obra desde
diferentes puntos de vista -políticos, geográficos, periodísticos, filosóficos,
científicos, esotéricos…, periódicos de prestigio como Le Monde, Le
Point, La Vanguardia, Le Figaro han
editado especiales con motivo del centenario del nacimiento de Hergé, del 75
aniversario de Tintín, o simplemente acerca de su implicación en la historia
del siglo XX, por no hablar de la cantidad de libros que sobre el propio Hergé
se han publicado a lo largo de estos años, algunos incluso en formato de comic.
Actualmente se han multiplicado los fans de Tintín, y
sin lugar a dudas podemos decir que la
obra de Hergé está tan viva como siempre para lectores de 7 a 77 años, como decía la propaganda de la Editorial Juventud -su editora en España-, aunque este apasionado aficionado
que firma los artículos cree que esa barrera no existe en realidad, y Tintín
hoy en día es un personaje vivo y universal del que todavía queda mucho por
decir y escribir.
Bibliografía
Jacques
Langlois (et al.) (2013). Tintin et les forces obscures. Francia:
Sophia publications.
Annick Foucrier (et al.) (2012). Les
personnages de Tintin dans l´histoire (Vol. II). Suiza: Le Temps.
François Kersaudy (et al.) (2011). Les
personnages de Tintin dans l´histoire (Vol. I). Francia: Le Point.
Michel de Jaeghere (Ed.) (2005). Tintin
reporter du siècle. Francia: Le Figaro.
Michael Farr (2002). Tintín. El sueño y la
realidad. Barcelona: Zendrera Zariquiey.
Benoît Peeters (1990). Tintin y el mundo de
Hergé. Barcelona: Juventud.
Este texto de Ángel
Rodríguez Cardona apareció por vez primera publicado el 7 de septiembre de
2016 en la revista Anatomía de la Historia, que yo dirigí.
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