Lo improrrogable del vaivén, su acción de ida y vuelta, su despegue, su aterrizaje en la lengua de un águila, en el rostro de un lobo. Lo perpetuo de la nada, su inercia inepta, vacía, de olvido y sarcófago, su descenso hacia una llama, hacia el vértigo del averno, a su purgatorio de metal. Lo efímero de la eternidad, su cúmulo de tiempo de física emoción, ese ser inevitable y ser una verdad forjada, una terca responsabilidad. Lo exacto del pasado, su condición de entierro, de prestigio y ruina, con sus fue(s), sus hubo(s), su rancia modernidad abolida, derogada. Lo frenético del deseo, su fulgor de bosque, sus afanes suaves de intimidad sagrada, su poder ilegislable, su todo ser demencia y fe.
Tengo siete libros publicados, también escribo mi segunda novela. Me gusta (mucho) Nacho Vegas, Jonathan Coe, Rodrigo Sorogoyen, MARGA y reírme. Dijeron que era un agitador cultural, pero lo que prefiero ver escrito sobre mí es eso, que soy un escritor. Ibáñez escribe.