¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Todos, los que llevan sombrero y los que no, los que fuman en pipa y los que no fuman, los que no van al cine y los que hacen cine, los que beben tequila y los que sólo beben agua, los que aman y los que sólo son amados.
¿Cómo hemos llegado vivos? Los
muertos y los inocentes, los adoradores del diablo y los imprescindibles.
¿Cómo?
¿Cómo hemos sobrevivido a la
vida fuera de los océanos? Los hombres, las mujeres y los demás, los niños
recién nacidos y los ancianos decrépitos, los investigadores y los
investigados, los cazadores de elefantes y los cazadores de los cazadores, los
reyes y las reinas y los súbditos y los carceleros y los reos.
¿Cómo hemos viajado para
llegar vivos? Los jugadores y los árbitros, los jueces y los testigos, las
almas en pena y las penas del alma, los ciegos y los sordos, los arrepentidos y
los culpables, las hienas y las ratas, las panteras y los jabalíes, los hijos y
los padres.
¿Cómo?
¿Cómo hemos avistado el
presente? Los historiadores y los peatones de la historia, los alumnos y los
maestros, los músicos y los bailarines, los y las, las y los, todas las dichas
y todas las desdichas, los arrebatos y las destrezas, las pausas y los pulsos, las
respiraciones y los rezos, las canciones sencillas y los poemas sublimes, los
juegos y las derrotas, las guerras y los pactos, la belleza intacta y el fuego
eterno.
¿Cómo saldremos de aquí? Los
latidos y las taquicardias, los besos y los mordiscos, la pereza y la
violencia, el tiempo y el espacio, lo que sabemos y lo que ignoraremos para
siempre.
Delitos
y faltas. La culpabilidad: ese ser y estar tan occidental. Siglos de
cristianismo reciclado, con su verbo que se hizo hombre, muros llenos de
lamentaciones sin arrepentimiento ni naipes, ajenos al azar y sus suertes.
Cómo
hemos llegado hasta aquí, de dónde venimos, a dónde vamos, quiénes somos.
Todo
son preguntas. Nos mecemos en naves sin mástiles a merced de las sirenas, expuestos
al crimen y al castigo, ambiguos como animales: puro artificio espiritual.
Somos
sapiens sapiens: eso dicen
los que saben. Dos veces sapiens, humanos demasiado humanos, capaces
de inventar la rosa, dispuestos a matar y morir, siniestros y expertos, con
nuestras poesías y nuestros misiles, con nuestros cha-cha-chas a los que culpar,
absortos en tanta mediocre inmensidad.
Me preocupa saber cómo hemos
llegado hasta aquí, me ocupa más bien, le dedico mucho tiempo al tiempo:
- - al que fue, al que no sabemos volver, a ese momento
maquinal e irreflexivo donde estuvimos, donde nacieron nuestros antepasados y
donde fueron muriendo uno a uno todos los muertos que el tiempo ha intentado
borrar
- - al tiempo que nos hemos inventado los humanos para poder explicarnos los unos a los otros qué pasa cuando el recuerdo no es suficiente, qué ocurre donde el cómo es remoto y el por qué un sueño archivado para ser rescatado por esos señores del tiempo que somos los historiadores, aquellos que saben que las ovejas nunca fueron eléctricas, que Don Quijote jamás leyó aquellos libros de caballería, que las mujeres sólo fueron una sombra, que los chimpancés no son tan parecidos a nosotros ni la Tierra corrió peligro desde que empezamos a erguirnos, aquellos que sabemos que la memoria es una torpe luna.
arte de Gabriel Cornelius Ritter Von Max
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