‘Tres marinos a la mar… Y otros tres en busca
van’ era un juego. Supongo que lo seguirá siendo. Un juego similar al
escondite. Un enorme escondite que permitía jugar en un ámbito tan grande como
La Riachuela y alrededores, allí en Suances, aquel lugar.
La guerra no lo es. No fue un juego. No lo es,
salvo cuando jugamos a la guerra. Pero aquella guerra, la de 1936 a 1939,
no lo fue. Y menos su resultado final, el franquismo.
Yo jugaba de niño con mis primos en Suances a
‘Tres marinos a la mar… Y otros tres en busca van’. La guerra había dejado su
poso sobre tantas cosas cuando nosotros jugábamos y Franco aún vivía. [...]
No sé si los niños de Suances, o de cualquier
otro sitio donde se haya jugado a ‘Tres marinos a la mar… Y otros tres en busca
van’, siguen jugando a ese escondite magnífico, pero quiero creer que la
guerra, aquella guerra llamada Civil -incivil, mejor dicho-, ya terminó.
Aunque parezca mentira.
En abril de 1939 terminó, por vez primera; con
el último maquis muerto ya en los años 60 volvió a finalizar; y ya
definitivamente pareció acabar para siempre cuando en 1982 los herederos
políticos de los derrotados en el 39 llegaron al poder. Hoy pareciera que
los muertos, algunos muertos, siguieran esperando. Pero empezamos a estar
ya verdaderamente agotados de esperar el fin.
Este texto pertenece al artículo ‘La guerra infinita. Tres marinos a
la mar… Y otros tres en busca van', publicado el 3 de noviembre de 2019
en Periodistas en Español, que puedes leer completo EN
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